Martín Fierro (José Hernández) Libros Clásicos

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y el viejo quedó olfatiando
como chico con lumbrices.

321
Cuando la mula recula,
señal que quiere cociar,
ansí se suele portar
aunque ella lo disimula;
recula como la mula
la mujer, para olvidar.

322
Alcé mis ponchos y mis prendas
y me largué a padecer
por culpa de una mujer
que quiso engañar a dos;
al rancho le dije adiós,
para nunca más volver.

323
Las mujeres, dende entonces,
conocí a todas en una;
ya no he de probar fortuna
con carta tan conocida:
mujer y perra parida,
¡no se me acerca ninguna!.


XI - A bailar un pericón.

324
a otros les brotan las coplas
como agua de manantial;
pues a mí me pasa igual;
aunque las mías nada valen,
de la boca se me salen
como ovejas de corral.

325
Que en puertiando la primera,
ya la siguen los demás,
y en montones las de atrás
contra los palos se estrellan,
y saltan y se atropellan
sin que se corten jamás.

326
Y aunque yo por mi inorancia
con gran trabajo me esplico,
cuando llego a abrir el pico,
tengaló por cosa cierta,
sale un verso y en la puerta
ya asoma el otro el hocico.

327
Y emprésteme su atención;
me oirá relatar las penas
de que traigo la alma llena;
porque en toda circustancia,
paga el gaucho su inorancia
con la sangre de sus venas.

328
Después de aquella desgracia
me refugié en los pajales;
anduve entre los cardales
como bicho sin guarida;
pero, amigo, es esa vida
como vida de animales.

329
Y son tantas las miserias
en que me he salido ver,
que con tanto padecer
y sufrir tanta aflición,
malicio que he de tener
un callo en el corazón.

330

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