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-Bueno, pues nada más; ese es el final -dijo el pardillo.
-Pero ¿qué fue del molinero? -preguntó la rata de agua.
-¡Oh, realmente no lo sé! -replicó el pardillo-; ni me importa, de eso estoy seguro.
-Es evidente que la simpatía no forma parte de tu carácter -dijo la rata de agua.
-Me temo que no has entendido la moraleja de la historia -observó el pardillo.
-¿La qué? -chilló la rata de agua.
-La moraleja.
-¿Quieres decir que el cuento tiene una moraleja?
-Ciertamente -dijo el pardillo.
-Bueno -dijo la rata de agua, con aire furioso-, creo que realmente debieras habérmelo dicho antes de empezar. En ese caso, ten por seguro que no te hubiera escuchado; de hecho hubiera dicho «ibah!», como el crítico. Pero puedo decirlo ahora.
Así es que gritó «ibah!», a voz en cuello, hizo un movimiento brusco con el rabo y se volvió a meter en su madriguera.
-¿Y qué opinas de la rata de agua? -preguntó la pata, que llegó chapoteando unos minutos después-. Tiene muy buenas cualidades, pero yo, por mi parte, tengo sentimientos maternales, y no puedo ver nunca a una solterona empedernida sin que se me salten las lágrimas.
-Me temo que le he aburrido -contestó el pardillo-. El hecho es que le conté una historia con una moraleja.
-¡Ah, eso es siempre algo muy peligroso! -dijo la pata.
Y yo estoy completamente de acuerdo con ella2.
2El esteticismo de Wilde se opone a cualquier finalidad en el arte que no sea el arte mismo. El prefacio de su única novela, El retrato de Dorian Gray, termina con estas palabras: «Todo arte es completamente inútil.»