El crimen de Lord Arthur Saville (Oscar Wilde) Libros Clásicos

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Camino al club Buckingham, se detuvo en una florería, y le envió a Sybil, una cestilla con preciosos narcisos de pétalos blancos . y pistilos que parecían ojos de faisán. Al llegar al club, se dirigió en seguida a la biblioteca y tocando el timbre, pidió al mozo que le trajese una limonada y un libro sobre toxicología. Había llegado a la conclusión de que era la mejor forma de llevar a cabo aquel enojoso asunto. Cualquier otra forma en que entrase la violencia personal le resultaba de pésimo gusto; además, le importaba sobremanera no matar a lady Clementina en forma que pudiese atraer la atención pública. Le horrorizaba la idea de convertirse en la principal atracción de las reuniones de lady Windermere, o ver figurar su nombre en las columnas de sociedad, de cualquier periódico vulgar. También debía pensar en el padre la madre de Sybil, que eran gente astante anticuada, y quizá podrían poner objeciones al matrimonio si hubiese alguna sombra de escándalo sobre él, aunque se sentía seguro de que si les contaba todas las circunstancias del asunto, serían los primeros en darse cuenta de los motivos que le habían impulsado a hacerlo. Le asistía toda la razón para decidirse por el veneno. Era lo más seguro y lo más cauto, se realizaba en silencio, y se llevaba a cabo sin necesidad de escenas penosas, a las que, como la mayoría de los ingleses, oponía profundos, grandes reparos.
De la ciencia de los venenos, sin embargo, no conocía absolutamente nada, y como le pareció que al mozo no le era posible encontrar nada sobre este asunto en la biblioteca, más allá de la Guía Ruff, y la revista Baily, comenzó a buscar por sí mismo en los anaqueles, y por fin dio con una edición de la Pharmacopaeia, lujosamente encuadernada, y un ejemplar de la Toxicología de Erskine, editada por sir Mathew Reid, que era presidente del Colegio Real de Medicina, y uno de los más antiguos socios del club Buckingham, y que había sido elegido, por equivocación, en lugar de otro individuo; un contretemps 3 que enfureció de tal manera al Comité, que cuando se presentó el verdadero propietario a ocupar su lugar, fue puesto en la lista negra por unanimidad.

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