El crimen de Lord Arthur Saville (Oscar Wilde) Libros Clásicos

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-El conde Rouvaloff me ha entregado para usted estas líneas de presentación -dijo lord Arthur inclinándose-. Y tengo gran interés en entrevistarme con usted para un negocio. Mi nombre es Smith, míster Robert Smith, y quisiera que me vendiese un reloj de dinamita.
-Encantado de conocerle, lord Arthur -dijo el genial hombrecillo alemán, riendo-. No se alarme usted, es mi obligación el conocer a todo el mundo, y recuerdo haberle visto una noche en casa de lady Windermere; espero que Su Gracia se encuentre bien. ¿No le importa sentarse conmigo mientras termino de desayunar? Hay un excelente pâté, y mis amigos son tan amables que dicen que mi vino del Rhin es mejor que cualquiera de los que beben en la embajada de Alemania.
Y antes de que lord Arthur se hubiese repuesto de su sorpresa por haber sido reconocido, se encontró sentado en la estancia del fondo, bebiendo el más delicioso Marcobruner, escanciado de un botellón donde se destacaba el monograma imperial; y hablando de la manera más amistosa con el famoso conspirador.
-Los relojes de dinamita -dijo Herr Winckelkopf- no son un buen artículo de exportación extranjera, ya que aun suponiendo que haya suerte en pasar las aduanas, el servicio de ferrocarriles es tan irregular, que por lo general explotan antes de llegar a su destino. Pero, sin embargo, si usted lo que desea es para taso doméstico, le puedo proporcionar un excelente artículo, y garantizarle que los resultados habrán de satisfacerle. Pero, ¿puedo preguntarle para quién es? Si es para la policía o para alguien relacionado con Scotland Yard,2 me temo que no voy a poder ayudarle. Los detectives ingleses son nuestros mejores amigos, y siempre he llegado a la concusión de que tomando en cuenta su estupidez, siempre podemos hacer lo que queramos. No podría prescindir de ninguno de ellos.

1Callejón sin salida.
2 Dirección de Policía de la ciudad de Londres.

-Le aseguro -dijo lord Arthur- que el asunto no tiene nada que ver con la policía. La verdad es que. el reloj está destinado al deán de Chichester.
-¡Vaya, vaya!, nunca pude imaginar que fuese usted tan exaltado en cuestiones religiosas.

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