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Une trouvaille, mon cher 4; un Velázquez en carne y hueso! ¡Rayos!, ¡qué aguafuerte hubiera hecho Rembrandt con él!
3. En francés en el original: entrée.
4. «Un hallazgo, querido.» En francés en el original: Une trouvaille, mon cher.
-¡Pobre viejo! -dijo Hughie-, ¡qué aspecto tan triste tiene! Pero supongo que para vosotros, los pintores, su cara vale una fortuna.
-Ciertamente -replicó Trevor-, no querrás que un mendigo parezca feliz, ¿verdad?
-¿Cuánto cobra un modelo por posar? -preguntó Hughie, mientras encontraba cómodo asiento en un diván.
Un chelín por hora.
-¿Y cuánto cobras tú por el cuadro, Alan?
-¡Oh, por este cobro dos mil!
-¿Libras?
-Guineas. Los pintores, los poetas y los médicos siempre cobramos en guineas.
-Bueno, yo creo que el modelo debiera llevar un tanto por ciento -exclamó Hughie riendo-; trabaja, tanto como vosotros.
-¡Tonterías, tonterías!; ¡mira, aunque sólo sea la molestia de extender la pintura, y el estar de pie todo el santo día delante del caballete! Para ti es muy fácil hablar, Hughie, pero te aseguro que hay momentos en que el arte alcanza casi la dignidad del trabajo manual. Pero no debes charlar; estoy muy ocupado. Fúmate un cigarrillo y estáte callado.
Al cabo de un rato entró el sirviente y dijo a Trevor que el hombre que le hacía los marcos quería hablar con él.
-No te vayas corriendo, Hughie -dijo al salir-; volveré dentro de un momento.
El viejo mendigo aprovechó la ausencia de Trevor para descansar unos instantes en un banco de madera que había detrás de él. Parecía tan desamparado y tan desdichado que Hughie no pudo por menos de compadecerse de él, y se palpó los bolsillos para ver qué dinero tenía. Todo lo que pudo encontrar fue una libra de oro y algunas monedas de cobre.
«¡Pobre viejo! -pensó en su interior-, lo necesita más que yo; pero esto supone que no podré tomar un simón en dos semanas.»
Y cruzó el estudio y deslizó la moneda de oro en la mano del mendigo.
El viejo se sobresaltó, y una débil sonrisa revoloteó en sus labios marchitos