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-Gracias, señor -dijo-, gracias.
Entonces llegó Trevor, y Hughie se marchó, sonrojándose un poco por lo que había hecho. Pasó el día con Laura, recibió una encantadora reprimenda por su extravagancia, y tuvo que volver a casa andando.
Aquella noche entró en el Palette Club hacia las once, y encontró a Trevor sentado solo en el salón de fumadores bebiendo vino del Rin con agua de seltz.
-Bien, Alan, ¿terminaste el cuadro? -dijo, mientras encendía su cigarrillo.
-Está terminado y enmarcado, muchacho -contestó Trevor-; y a propósito, has hecho una conquista. El viejo modelo que viste te tiene verdadera devoción. He tenido que contarle todo acerta de ti: quién eres, dónde vives, de qué ingresos dispones, qué perspectivas de futuro tienes...
-Querido Alan -exclamó Hughie-, probablemente le encontraré esperándome cuando vaya a casa. Pero, naturalmente, estás sólo bromeando. ¡Pobre viejo desgraciado! Desearía hacer algo por él; creo que es terrible que haya alguien tan desdichado. Tengo montones de ropa vieja en casa; ¡,crees que le interesaría algo de ella? ¡Como sus harapos se le estaban cayendo a pedazos!
-Pero tiene un aspecto espléndido con ellos -dijo Trevor-. No le pintaría con levita por nada del mundo. Lo que tú llamas harapos, yo lo llamo atuendo romántico; lo que a ti te parece pobreza, a mí me parece aspecto pintoresco. Sin embargo, le hablaré de tu ofrecimiento.
-Alan -dijo Hughie gravemente-, vosotros los pintores sois gente sin corazón.
-El corazón de un artista es su cabeza -replicó Trevor-; y, además, nuestra tarea es comprender el mundo como lo vemos, no reformarlo de acuerdo con el conocimiento que tenemos de él. A chacun son métier 5. Y ahora, dime, cómo está Laura. El viejo modelo se interesó mucho por ella.
5. «A cada uno su oficio.» En francés en el original.
-¿No querrás decir que le hablaste de ella? -dijo Hughie.
-Desde luego que sí. Él sabe todo respecto al inexorable coronel, la bella Laura y las diez mil libras. -¿Contaste al viejo mendigo todos mis asuntos privados? -exclamó Hughie, enrojeciendo y enfadándose mucho.
-Mi querido muchacho -dijo Trevor, sonriendo-, ese viejo mendigo, como tú le llamas, es uno de los hombres más ricos de Europa.