Una mujer sin importancia (Oscar Wilde) Libros Clásicos

Página 24 de 50

Es un Harford de la cabeza a los pies. Pero, a propósito, ¿por qué Arbuthnot, Rachel?
MISTRESS ARBUTHNOT.-Un nombre es tan bueno como cualquier otro cuando no se tiene ninguno.
LORD ILLINGWORTH.-Supongo que sí... Pero ¿por qué Gerald?
MISTRESS ARBUTHNOT.-Por un hombre cuyo corazón destrocé... Por mi padre.
LORD ILLINGWORTH.-Bueno, Rachel, lo pasado, pasado. Todo lo que ahora tengo que decir es que me agrada mucho, mucho, nuestro hijo. La gente lo conocerá simplemente como mi secretario particular, pero para mí será algo más próximo y más querido. Es curioso, Rachel; mi vida parecía estar enteramente completa. No era así. Me faltaba algo. Me faltaba un hijo. Ahora he encontrado a mi hijo. Me alegro de haberlo encontrado.
MISTRESS ARBUTHNOT.-No tienes derecho a reclamar ni la más pequeña parte de él. El muchacho es enteramente mío, y seguirá siendo mío.
LORD ILLINGWORTH.-Mi querida Rachel, lo has tenido para ti sola durante veinte años. ¿Por qué no me lo dejas un poco ahora? Es tan mío como tuyo.
MISTRESS ARBUTHNOT.-¿Estás hablando del niño que abandonaste? ¿El niño que por tu culpa podía haber muerto de hambre y de necesidad?
LORD ILLINGWORTH.-Olvidas, Rachel, que fuistes tú la que me dejaste, no yo quien te dejé a ti.
MISTRESS ARBUTHNOT.-Te dejé porque te negaste a dar al niño un nombre. Antes que mi hijo naciese, te imploré que te casaras conmigo.
LORD ILLINGWORTH.-Entonces yo no tenía posición. Y además, Rachel, yo no era mucho mayor que tú. Sólo tenía veintidós años, o veintiuno, creo, cuando todo empezó en el jardín de tu padre.
MISTRESS ARBUTHNOT.-Cuando un hombre tiene la edad suficiente para hacer el mal, también la tiene para hacer el bien.
LORD ILLINGWORTH.-Mi querida Rachel, las generalidades intelectuales son siempre interesantes, pero las generalidades en moral no significan absolutamente nada. En cuanto a lo de que yo dejé a mi hijo que pasase hambre, es, por supuesto, incierto y tonto. Mi madre te ofreció seiscientas libras al año. Pero tú no aceptaste nada. Simplemente desapareciste, llevándote al niño.
MISTRESS ARBUTHNOT.-No hubiera aceptado ni un penique de ella. Tu padre era diferente. Te dijo en mi presencia, cuando estábamos en París, que tu deber era casarte conmigo.
LORD ILLINGWORTH.-¡Oh! El deber es lo que uno espera que hagan los demás, pero que nunca hace uno mismo. Naturalmente, yo estaba influido por mi madre. Todo hombre lo está cuando es joven.
MISTRESS ARBUTHNOT.

Página 24 de 50
 

Paginas:


Compartir:




Diccionario: