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No hay alternativa; y después del matrimonio tú y yo podemos irnos juntos. Pero primero debe celebrarse éste. Es un deber que tienes que cumplir no sólo por ti, sino por todas las demás mujeres... Sí; para que él no pueda deshonrar a ninguna otra.
MiSTRESS ARBUTHNOT.-No tengo que hacer nada por las demás mujeres. Ni una sola me ayudó. No hay una sola mujer en el mundo a la que yo pueda pedir piedad, si la quisiera, o simpatía, si la pudiera ganarla. Las mujeres son duras entre sí. Anoche esa muchacha, con todo lo buena que es, escapó de la habitación como si yo fuese una cosa corrompida. Tenía razón. Estoy corrompida. Pero mis errores son míos, y puedo soportarlos sola. Debo soportarlos sola. ¿Qué tienen que ver conmigo las mujeres que no han pecado, ni yo con ellas? No nos comprendemos. (Entra Hester por el fondo, a espaldas de ellos.)
GERALD.-Te imploro que hagas lo que te pido.
MISTRESS ARBUTHNOT.-¿Qué hijo pidió nunca a su madre que hiciese un sacrificio tan horrible? Ninguno.
GERALD.-¿Qué madre se negó a casarse con el padre de su propio hijo? Ninguna.
MISTRESS ARBUTHNOT.-Déjame entonces que sea la primera. No lo haré.
GERALD.-Mamá, tú crees en la religión y me educaste para que yo también creyese en ella. Bien; pues tu religión, la religión que me enseñaste cuando yo era pequeño, mamá, debe decirte que tengo razón. Lo sabes, te das cuenta de ello.
MISTRESS ARBÜTHNOT.-No lo sé. No me doy cuenta, ni iré ante el altar de Dios para pedirle que bendiga una burla tan horrible como sería mi matrimonio con George Harford. No diré las palabras que la Iglesia ordena decir. No las diré. No podría atreverme. ¿Cómo podría jurar amar a un hombre que odio, honrar a un hombre que me ha traído el deshonor, obedecer al que con su experiencia me hizo pecar? No; el matrimonio es un sacramento para los que se aman mutuamente. No es para seres como él y como yo. Gerald, para salvarte de las burlas y las imprecaciones del mundo he mentido al mundo. Le he mentido durante veinte años. No podía decirle al mundo la verdad. ¿Quién lo hubiera hecho? Pero no iré a mentir a Dios y en presencia de Dios. No, Gerald, ningún acto regulado por la Iglesia o el Estado podrá unirme a George Harford. Puede ser que esté ya demasiado unida a él, que, después de robarme, me abandonó más rica, pues hallé la más preciada perla en mi vida o lo que yo creí que lo era.