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LORD ILLINGWORTH.-En cuanto a título, el título es realmente una carga en estos tiempos democráticos. Como George Harford tenía todo lo que quería. Ahora sólo tengo lo que quieren los demás, lo cual no es tan agradable. Bien; mi propósito es éste...
MISTRESS ARBUTHNOT.-Te he dicho que no me interesa, y te he pedido que te vayas.
LORD ILLINGWORTH.-El muchacho estará seis meses al año contigo y los otros seis conmigo. Es perfectamente lógico, ¿no? Tú puedes tener la renta que quieras y vivir donde gustes. En cuanto a tu pasado, nadie sabe nada de él, excepto Gerald y yo. Está la puritana, desde luego, la puritana de la blanca muselina, pero ella no cuenta. No podrá contar la historia sin explicar que se opuso a ser besada.Y todas las mujeres pensarían que era tonta y los hombres que era aburrida. Y no tienes que temer que Gerald no sea mi heredero. Yo necesito decirte que no tengo ni las más ligera intención de casarme.
MISTRESS ARBUTHNOT.-Llegas demasiado tarde. Mi hijo no te necesita. No le eres necesario.
LORD ILLINGWORTH.-¿Que quieres decir, Rachel?
MISTRESS ARBUTHNOT.-Que no eres necesario para el porvenir de Gerald. No te necesita.
LORD ILLINGWORTH.-No te entiendo.
MISTRESS ARBUTHNOT.-Mira al jardín. (Lord Illíngworth se levanta y va hacia la ventana.) Sería mejor que no te viera; le traerías recuerdos desagradables. (Lord Illingworth mira hacia fuera y se estremece.) Ella lo ama. Ambos se aman. Estamos a salvo de ti y nos vamos a marchar.
LORD ILLINGWORTH.-¿Adónde?
MISTRESS ARBUTHNOT.-No te lo diremos, y si nos encuentras, no te conoceremos. Pareces Sorprendido. ¿Qué bienvenida podrías esperar de la muchacha cuyos labios intentaste manchar, del muchacho cuya vida llenaste de vergüenza, de la madre cuyo deshonor se debe a ti?
LORD ILLINGWORTH.-Te has vuelto muy dura, Rachel.
MISTRESS ARBUTHNOT.-Una vez fui demasiado débil. Gracias a Dios he cambiado.
LORD ILLINGWORTH.-Yo era muy joven entonces. Los hombres conocemos la vida demasiado pronto. MISTRESS ARBUTHNOT.-Y las mujeres demasiado tarde. Ésa es la diferencia entre unos y otros. (Una pausa.)
LORD ILLINGWORTH.-Rachel, quiero mi hijo. Ahora mi dinero no le hace falta, pero yo quiero mi hijo. Unámonos, Rachel. Puedes hacerlo, si quieres. (Ve la carta sobre la mesa.)
MISTRESS ARBUTHNOT.-No hay lugar para ti en la vida de mi hijo. No se interesa por ti.
LORD ILLINGWORTH.-Entonces, ¿por qué me escribe?
MISTRESS ARBUTHNOT.-¿Qué quieres decir?
LORD ILLINGWORTH.