Página 23 de 65
LADY WINDERMERE. - Londres está lleno de
mujeres que tienen confianza en sus maridos. Es
muy fácil reconocerlas. Todas tienen la cara muy
triste. Yo no quiero ser una de ellas. (Separándose de
él.) Lord Darlington, ¿quiere usted devolverme mi
abanico? ¡Gracias! Un abanico es a veces muy útil,
¿verdad? Tengo necesidad de un verdadero amigo
esta noche, lord Darlington. No sabía que lo iba a
necesitar tan pronto.
LORD DARLINGTON.- Yo sí tenía la seguridad
de que ese día no tardaría en llegar. Pero ¿por qué
precisamente esta noche, lady Windermere?
LORD WINDERMERE. - (Aparte.) Sí, se lo diré...
No hay más remedio... Sería terrible un escándalo...
¡Margarita!
44
EL ABANICO DE LADY WINDERMERE
PARKER.- (Anunciando.) ¡ Mistress Erlynne! (LORD
WINDERMERE se estremece. Entra MISTRESS
ERLYNNE, muy digna y muy elegante. LADY
WINDERMERE, aprieta convulsivamente el abanico, y
luego lo deja caer sobre la alfombra. Hace una reverencia
glacial a MISTRESS ERLYNNE, que se inclina, a su
vez, con mucha gentileza, y avanza por el salón.)
LORD DARLINGTON.- Ha dejado usted caer el
abanico, lady Windermere. (Lo recoge del suelo y se lo
tiende.)
MISTRESS ERLYNNE.- ¿Cómo sigue usted, lord
Windermere? ¡Qué preciosa está su mujer! ¡Un
verdadero cuadro!
LORD WINDERMERE.- (En voz baja.) ¡Ha sido
una temeridad de usted el venir!
MISTRESS ERLYNNE.-(Sonriendo.) Lo más
sensato que he hecho en toda mi vida. ¡Ah!, no va,
usted a dejarme sola mucho tiempo esta noche. Me
dan un miedo terrible las mujeres. Debe usted
presentarme a alguna. Con los hombres sé yo
arreglármelas. ¿Qué tal, lord Augusto? Me ha tenido
usted muy olvidada estos últimos tiempos. Desde
ayer que no he visto a usted, ¿a que ya me es usted
infiel. Sí, sí, me lo han contado.
45
OSCAR WILDE
AUGUSTO.-Verá usted, mistress Erlynne. Yo
explicaré a usted...,
MISTRESS ERLYNNE.- No, no, mi querido lord