Página 24 de 65
Augusto; usted no es capaz de explicar nada. Es su
principal encanto.
AUGUSTO.-¡Ah, desde el momento que me
encuentra usted algún encanto, mistress Erlynne
(Siguen conversando juntos. LORD WINDERMERE va
de un lado a otro por el salón, presa de cierto malestar,
observando a MISTRESS ERLYNNE.)
LORD DARLINGTON.-(A LADY
WINDERMERE.) ¡Qué pálida se ha puesto usted!
LADY WINDERMERE.- ¡Todos los cobardes se
ponen pálidos!
LORD DARLINGTON.- Parece como si se
sintiera usted mal. ¿Quiere usted que salgamos a la
terraza?
LADY WINDERMERE.- ¡Bueno! (A PARKER.)
¡ Parker, que me envíen mi capa a la terraza!
MISTRESS ERLYNNE.- (Dirigiéndose hacia LADY
WINDERMERE.) ¡Qué artísticamente iluminada
está su terraza, lady Windermere! Me recuerda la del
príncipe Doria, en Roma. (LADY WINDERMERE
se inclina fríamente, y sale con LORD DARLINGTON.)
46
EL ABANICO DE LADY WINDERMERE
MISTRESS ERLYNNE. - ¡Ah! ¿Es usted, míster
Graham? ¿Qué tal? ¿No es ésa su tía, lady
Jedburgh? Me gustaría conocerla.
GRAHAM.- (Después de un momento de vacilación y de
embarazo.) ¡Oh, con mucho gusto! ¡Tía Carolina,
permítame usted que le presente a mistress Erlynne!
MISTRESS ERLYNNE.- ¡Encantada de conocerla,
lady Jedburgh! (Sentándose en el sofá junto a ella.) Su
sobrino y yo somos grandes amigos. A mí me in-
teresa muchísimo su carrera política. Estoy segura
de que ha de llegar adonde se proponga. Piensa
como un conservador, y habla como un radical;
cosa tan importante hoy día. Además, ¡habla tan
bien! Es uno de los causeurs más deliciosos que he
conocido. Claro que tiene de quien sacarlo. Ayer
mismo me decía lord Allandale, en el Parque, que
míster Graham habla casi tan bien como su tía.
LADY JEDBURGH.- ¡Oh, es usted muy amable,
amiga mía! (MISTRESS ERLYNNE sonríe y continúa
la conversación.)
DUMBY.- (A GRAHAM.) Pero ¿has presentado a
mistress Erlynne a tu tía?
GRAHAM.- ¿Y qué hacer, querido? No tuve más