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(Salen ambos a la terraza. Vuelve a
dejarse oír la música.)
LADY WINDERMERE.-¡No es posible
continuar en esta casa, no es posible!... Esta noche,
un hombre que me quiere me ofreció su vida; y yo la
rehusé. ¡Fue una locura!... ¡Ah! ¡Yo le ofreceré
ahora la mía! ¡Yo le daré la mía! (Se pone la capa y se
dirige hacia la puerta. Luego vuelve atrás, se sienta en una
mesita y escribe una carta, que deja, bajo sobre, encima de la
mesa.) Arturo nunca me ha comprendido. Cuando
lea esto me comprenderá. Que haga lo que guste de
su vida. Yo hago con la mía lo que puedo; lo que
debo. Él es quien ha roto el lazo del matrimonio...
No yo. Yo sólo rompo su esclavitud. (Sale.)
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OSCAR WILDE
(Entra PARKER por la izquierda, cruzando la escena en
dirección al salón de baile. Entra MISTRESS
ERLYNNE.)
MISTRESS ERLYNNE.- ¿Está lady Windermere
en el salón de baile?
PARKER.- La señora acaba de salir.
MISTRESS ERLYNNE.- ¿De salir? ¿No está en la
terraza ?
PARKER.- No señora. La señora acaba de salir de
casa.
MISTRESS ERLYNNE.- (Se estremece y mira al criado
con expresión de asombro.) ¿De la casa?
PARKER.- Sí, señora. Me ha dicho que había deja-
do una carta para el señor sobre la mesa.
MISTRESS ERLYNNE.- ¿Una carta para lord
Windermere?
PARKER.- Sí, señora.
MISTRESS ERLYNNE. -¡Gracias! (Sale
PARKER. Cesa la música en el salón de baile.) ¡Salido de
la casa! ¡Una carta para su marido! (Se dirige a la mesa
y mira la carta, la coge y vuelve a dejarla, con un
estremecimiento de espanto.) ¡No! ¡No! ¡Imposible! ¡La
vida no repite así sus tragedias! ¿Cómo puede
habérseme ocurrido semejante absurdo? ¿Por qué
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EL ABANICO DE LADY WINDERMERE
me viene ahora a la memoria el único momento de
mi vida que querría olvidar? ¿Sería posible que la