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(LADY WINDERMERE se estremece y levanta los ojos.
Luego retrocede, con un gesto de desprecio.) ¡Gracias a Dios
que he llegado a tiempo! ¡Es preciso que vuelva
usted inmediatamente a casa de su marido!
LADY WINDERMERE. - ¿Preciso?
MISTRESS ERLYNNE. - (Autoritariamente.) ¡Sí,
preciso! No hay un segundo que perder. Lord
Darlington puede volver de un momento a otro.
LADY WINDERMERE. - ¡No se acerque usted!
MISTRESS ERLYNNE.- ¡Ah! Está usted al borde
de la ruina. A la orilla de un espantoso precipicio.
Es preciso que salga usted inmediatamente de aquí.
Abajo, en la esquina, tengo el coche. Venga usted
conmigo. (LADY WINDERMERE se despoja de la
capa, que tira sobre el sofá.) Pero, ¿qué hace usted?
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OSCAR WILDE
LADY WINDERMERE.- Mistress Erlynne... Si no
llega usted a venir, yo sola habría vuelto. Pero ahora
que la veo a usted, comprendo que por nada del
mundo me sería ya posible vivir bajo el mismo
techo que lord Windermere. ¡Me da usted asco! Hay
en usted un no sé qué que me llena de ira. Y sé por
qué ha venido usted aquí. Mi marido la envía para
que me convenza de que vuelva a casa y les sirva a
ustedes de pantalla.
MISTRESS ERLYNNE.- ¡Oh! ¡No es posible que
usted piense eso, no es posible!
LADY WINDERMERE.- Vuelva usted a mi
marido, mistress Erlynne. Suyo es, y no mío... Sin
duda, es el escándalo lo que teme, ¿verdad? ¡Qué
cobardes son los hombres! Infringen las leyes del
mundo, y temen luego el qué dirán del mundo. Pero
ya puede irse preparando. Tendrá escándalo. Un
escándalo como hace muchos años que no lo ha
habido en Londres. Verá su nombre y el mío en los
periódicos más inmundos.
MISTRESS ERLYNNE.- ¡No!... ¡No!
LADY WINDERMERE.- ¡Sí! Lo tendrá... Si
hubiera venido él mismo, acaso hubiese vuelto a esa
vida de degradación que usted y él me preparaban.