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ved ahora a este necio importuno, cómo entró de rondón en la cámara: creo
que por hurtar alguna cosa; con sus voces y clamores el borracho me
despertó de mi buen sueño. Entonces, cuando yo vi esto, salgo muy alegre,
lleno de gozo no esperado, diciendo:
-¡Oh!, fiel portero, ves aquí mi compañero, mi padre y mi hermano, el
cual tú anoche, estando borracho, decías y me acusabas que yo había
muerto.
Y diciendo yo esto, abrazaba y besaba a Sócrates. Él, como olió los
orines sucios con que aquellas brujas o diablos me habían remojado,
comenzó a rufar diciendo:
-Quítate allá, que hiedes como una letrina.
Y preguntome blandamente qué era la causa de este hedor tan grande.
Yo comencé a fingir otras palabras de burlas, como al tiempo convenía por
mudarle su intención y echele la mano diciendo:
-¿Por qué no nos vamos y no tomamos nuestro camino de mañana?
Y luego tomó mis alforjas, y pagada la posada, comenzamos nuestra vía.
Habíamos andado algún tanto, cuando ya el Sol alumbraba toda la tierra; y
todavía yo iba muy curiosamente mirando a mi compañero la garganta, por
aquella parte que le había visto meter el puñal, y decía entre mí:
«Cierto; anoche yo estaba tan lleno de vino, que soñé cosas
maravillosas. He aquí Sócrates, vivo, sano y entero: ¿Dónde está la herida?
¿Dónde está la esponja? Cuanto más una herida tan honda y tan fresca.» Y
díjele:
-No sin causa los buenos médicos dicen que los que mucho cenan y
beben sueñan crueles y graves cosas: así me ha a mí acontecido, que
anoche, como me desordené en el beber, soñé crueles y espantables cosas,
que aun me parecía que estaba rociado y ensuciado, con sangre de hombre.
A esto él, viéndome, dijo:
-Antes me parece que estás rociado, no con sangre, mas con meados.
Pero también soñaba yo que me degollaban, y aun que me dolió esta
garganta, y que me arrancaban el corazón, y aun ahora no puedo resollar; y
las piernas me tiemblan, y los pies andan titubeando; querría comer alguna
cosa para esforzarme.
Yo entonces díjele:
-Pues he aquí el almuerzo.
Y luego quité mis alforjas del hombro y saqué pan y queso y díselo