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Aún no había yo acabado de hablar esto, cuando salen tras mí todos los
mozos de casa con armas y palos: el uno me daba de puñadas en la cara;
otros, porradas en las espaldas; otros me rompían los costados a coces y me
tiraban de los cabellos, me rasgaban los vestidos: hasta que yo fui
maltratado y despedazado de la manera que lo fue aquel mancebo Adonis;
y así me lanzaron de casa y me fui a una plaza cerca de allí. Y estando
tomando algún descanso, recordeme que merecía y era digno de aquellos
azotes y mucho más por la descortesía de mi hablar. En esto, he aquí que
asoma el muerto ya llorado y plañido, el cual, según la costumbre de
aquella tierra, especialmente siendo uno de los principales, lo llevaban
públicamente por la plaza con gran pompa de su entierro. Como allí
llegaron, vino un viejo con mucha ansia y pena, llorando y mesándose sus
canas honradas, y con ambas manos se agarró a la tumba, dando grandes
voces entre sollozos y lloros, diciendo:
-Por la fe que mantenéis, ¡oh ciudadanos!, y por la piedad de la
república, que socorráis al triste muerto; vengad con mucha atención y
severidad tan gran traición y maldad contra esta nefanda y mala mujer:
porque ésta, y no otro alguno, mató con hierbas a este mezquino mancebo,
hijo de mi hermana, por complacer a su adúltero y por robarle su hacienda.
De esta manera aquel viejo lloraba, quejándose a todos. Cuando el vulgo
oyó aquellas palabras, indignáronse contra la mujer, por ser el hecho
verosímil y creíble el crimen, y comienzan a dar voces que traigan fuego
para quemarla; otros piden piedras y que la entreguen a los muchachos, que
la apedreen. Ella, con palabras bien compuestas y antes pensadas, para
excusarse juraba cuanto podía por todos los dioses y negaba tan gran
traición. El viejo dijo entonces:
-Pues que así es, pongamos el albedrío de esta verdad en la divina
Providencia para que lo descubra. Aquí está presente Zaclas, egipcio,
principal profeta, el cual se comprometió conmigo por cierto precio a hacer
salir de los infiernos el espíritu de este difunto y animar este cuerpo
después del paso de la muerte.