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Entonces el difunto se levantó en el lecho donde iba, y desde allí
comenzó a hablar al pueblo de esta manera:
-Yo fui muerto por las artes de mi nueva mujer, y matome con veneno
que me dio de beber, por lo cual muy presto y arrebatadamente dejé mi
cama y casa al adúltero.
Entonces la buena mujer tomó de las palabras audacia, y con ánimo
sacrílego altercaba con el marido resistiendo a sus argumentos. El pueblo,
cuando esto oyó, alterose en diversas opiniones; unos decían que aquella
pésima mujer viva la debían enterrar con el cuerpo del marido; otros, que
no era de dar fe a la mentira del cuerpo muerto; pero estas alteraciones
atajó el habla del difunto, el cual, dando un gran gemido, dijo:
-Yo os daré muy clara razón de la inviolable y entera verdad, y
manifestaré lo que otro ninguno sabe.
Entonces, demostrándome con el dedo, prosiguió, diciendo:
-Porque a este muy sagacísimo y astuto guardador de mi cuerpo, que me
velaba muy bien y con muy gran diligencia, las viejas encantadoras, que
deseaban cortarme las narices y orejas, por la cual causa muchas veces se
habían tornado en otras figuras, no pudiendo engañar su industria y buena
guarda, le echaron un gran sueño, y estando él como enterrado en este
profundo sueño, las hechiceras comenzaron a llamar mi nombre, y como
mis miembros estaban fríos y sin calor, no pudiendo así presto esforzarse
para el servicio del arte mágica; pero él, como estaba vivo, aunque con el
sueño casi muerto, y llamábase como yo, levantose a su nombre, sin saber
que lo llamaban; de manera que él, de su propia voluntad, andando en
forma de ánima de muerto, aunque las puertas de la cámara estaban con
diligencia cerradas, por un agujero, cortadas primero las narices, después
las orejas, recibió por mí el destrozo y carnicería que para mí se aparejaba.
Y porque el engaño no pareciese, pegáronle allí con mucha destreza cera
formada a manera de orejas cortadas, y otra nariz semejante a la suya; y
ahora está aquí el mezquino, gozoso, que alcanzó y fue pagado del salario
que ganó no por su industria y trabajo, sino por la pérdida y lesión de sus