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a hablar al pueblo en esta manera:
-Sobre este crimen y delito, que de veras se debe punir y vengar, el
mismo que lo cometió no lo puede negar; pero una sola causa y solicitud
nos resta: que sepamos quiénes fueron los compañeros de tan gran hazaña,
porque no es cosa verosímil que un hombre solo matase a tres tan valientes
mancebos. Por ende, me parece que la verdad se debe saber por cuestión de
tormento; porque quien le acompañaba huyó, y la cosa es venida a tal
estado, que por tortura manifieste y declare los que fueron con él a hacer
este crimen, porque de raíz se quite el miedo de facción tan cruel.
No tardó mucho que, a la manera de Grecia, luego trajeron allí un carro
de fuego y todos otros géneros de tormentos. Acrecentóseme con esto y
más que doblóseme la tristeza, porque al menos no me dejaban morir
entero, sino despedazarme con tormentos; pero aquella vieja, que con sus
plantos y lloros turbaba todo, dijo:
-Señores: antes que me pongáis en la horca a este ladrón, matador de
mis tristes hijos, permitidme que sean descubiertos sus cuerpos muertos,
que aquí están; porque contemplada y vista su edad y disposición, más
justamente os indignéis a vengar este delito.
A esto que la vieja dijo concedieron. Y luego uno de los jueces me
mandó que con mi mano descubriese los muertos que estaban en el lecho.
Yo, excusándome que no lo quería hacer, porque parecía que con la nueva
demostración instauraba y renovaba el delito pasado, los porteros me
compelieron que por fuerza y contra mi voluntad lo hubiese de hacer, y
tomáronme la mano poniéndola sobre los muertos, para su muerte y
destrucción; finalmente, que yo, constreñido de necesidad, obedecía a su
mandato, y aunque contra mi voluntad, arrebatada la sábana, descubrí los
cuerpos. ¡Oh buenos dioses! ¡Oh qué cosas vi! ¡Oh qué monstruo y cosa
nueva! ¡Qué repentina mudanza de mi fortuna! Como quiera que ya estaba
destinado y contado en poder de Proserpina, y entre la familia del infierno,
súbitamente, atónito y espantado de ver lo contrario que pensaba, estuve
fijos los ojos en tierra, que no puedo explicar con idóneas palabras la razón