Página 12 de 111
pués de su viña de Cháteau-Neuf, lo que mas que-
ría, en el mundo el Papa era su mula. El bendito
señor se pirraba por aquella bestia. Todas las no-
ches, antes de acostarse, iba a ver si estaba cerrada
la cuadra, si tenía lleno el pesebre, y nunca se hu-
biera levantado de la mesa sin hacer preparar ante
sus ojos un gran ponche de vino a la francesa, con
mucho azúcar y aromas, que él mismo iba a llevarla,
a despecho de las observaciones de los cardenales...
Preciso es decir también que la bestia valía la pena.
Era una hermosa mula negra salpicada de alazán,
firme de piernas, lustroso el pelo, grupa ancha y re-
C A R T A S D E M I M O L I N O
23
donda, llevando erguida la enjuta cabecita guarneci-
da toda ella de perendengues, lazos, cascabeles de
plata, borlillas; además de esto, dulce como un án-
gel, de cándido mirar y con un par de orejas largas
en continuo bamboleo, que le daban aspecto bona-
chón... Todo Aviñón la respetaba, y cuando iba por
las calles no había agasajos que no se lo hiciesen,
pues nadie ignoraba que ese era el mejor medio de
ser bien quisto en la corte, y que con su aire ino-
cente, la mula del Papa había conducido a la fortuna
a más de uno. Prueba de ello Tistet Védene y su
prodigiosa aventura.
Era en sus principios este Tistet Védene un des-
carado granuja, a quien su padre Guy Védene, el es-
cultor en oro, hablase visto obligado a echar de
casa, porque no quería hacer nada y maleaba a los
aprendices. Durante seis meses viósele arrastrar su
baquero por todos los arroyos de las calles de Avi-
ñón, pero principalmente hacia la parte contigua al
palacio papal; porque el pícaro tenía desde mucho
tiempo atrás sus ideas acerca de la mula del Papa, y
vais a ver que no eran descabelladas... Un día que Su
Santidad se paseaba a solas bajo las murallas con su
bestia, cátate que se le acerca mí Tistet y le dice,