Página 47 de 164
ramente. Belliere vio perderse en las arboledas su fina silueta
muy elegante, a pesar de su imperfección apenas visible.
-¡Qué lástima que las balas prusianas no hayan respetado
a este buen mozo!; hubiera hecho una carrera brillante en los
ejércitos de la República -dijo el pintor a Dalassene. -Por
fortuna, el hierro enemigo no le ha herido las manos, y puede
tener pincel.
-Para su gloria y la tuya, si se muestra digno de su maes-
tro.
Y volviéndose hacia el secretario, que estaba esperando
sus órdenes, Dalassene, se las dio:
-Vas a marcharte, Formanoir; mi coche está enganchado.
En cuanto llegues a París, irás a entregar este proyecto de
Constitución a Sechelles, que le está esperando para hacer su
informe. Te pondrás a sus órdenes si te necesita. Hecho el
informe como está convenido, le llevarás con el proyecto a
casa del impresor y le prevendrás que la distribución a los
representantes debe estar hecha dentro de tres días.
-El plazo es, acaso, un poco corto, ciudadano -objetó
Formanoir.
-Que el impresor se arregle como pueda; no le concedo
ni una hora más. La República está impaciente por entrar en
posesión de su ley fundamental. -Anda, mi fiel compañero, y
despáchate.
Pronto a la obediencia, Formanoir saludó y salió rápi-
damente para montar en el coche que lo esperaba en el patio
H A C I A E L A B I S M O
67
del castillo. Belliere volvió a su puesto, -cruzó las piernas y
recogió sobre su calzón de gamuza los faldones de la carma-
ñola, cuyo color de amaranto parecía más vivo bajo las man-
chas de oro que imprimía en él el sol a través de los árboles.
El pintor invitó con un gesto a Dalassene a que se sentase a
su lado.
Quería repetir la pregunta que le había hecho hacía un
momento, pero se lo impidió Dalassene interrumpiéndole:
-Espero, colega, que no has venido por unas horas sino
por unos días.
-Sí, si mi presencia no te molesta -respondió el pintor.
-¿Cuándo te vuelves a París?
-Si tú quieres, volveremos juntos dentro de tres días.