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Navíos que se iban corriendo a velas desplegadas. Otros, allá, muy lejos, que arribaban lentamente, a pleno sol, como sostenidos en el aire.
Y en todo momento un alboroto horrible, rodar de carretas, el "¡eh!, ¡iza!" de los barqueros, juramentos, canciones, silbidos de los buques de vapor, tambores y cornetas del fuerte de San Juan y del de San Nicolás, campanas de la Mayor, de las Accoules y de San Víctor; y por encima de todo esto, el maestral, que recogía todos aquellos ruidos, todos aquellos clamores, los echaba a rodar, los sacudía, los confundía con su propia voz, y componiendo con todo ello una música loca, salvaje y heroica, como la gran charanga del viaje, que daba ganas de marcharse lejos, muy lejos, de tener alas.
Al son de tan espléndida charanga se embarcó el intrépido Tartarín de Tarascón para el país de los leones...
EPISODIO SEGUNDO.
EN EL PAÍS DE LOS TEURS
I. LA TRAVESÍA. LAS CINCO POSTURAS DE LA CHECHIA. LA TARDE DEL TERCER DÍA. MISERICORDIA
Quisiera, lectores queridos, ser pintor, y gran pintor, para poneros ante los ojos, a la cabeza de este episodio segundo, las diferentes posturas que tomó la chechia de Tartarín de Tarascón en aquellos tres días de travesía que pasó a bordo del Zuavo, entre Francia y Argelia.
Os la mostraría primero al zarpar, sobre cubierta, heroica y soberbia como ella sola, hecha nimbo de aquella hermosa cabeza tarasconesa. Os la enseñaría después a la salida del puerto, cuando el Zuavo empezó a caracolear sobre las olas; os la pintaría temblorosa, asombrada, como si presentase ya los primeros síntomas del mareo.
Luego, en el golfo de León, según se va entrando en alta mar, cuando ésta se formaliza, os la dejaría ver en lucha con la tempestad, levantándose asustada sobre el cráneo del héroe, con su gran borla de lana azul erizada en la bruma y la borrasca... Cuarta posición. Las seis de la tarde: costas de Córcega a la vista. La infortunada chechia se inclina por encima del empalletado y, lamentablemente, mira y sonda el mar... Por último, quinta y postrera posición: en el fondo de un estrecho camarote, en una litera que parece un cajón de cómoda, algo informe y desolado rueda quejumbroso por la almohada. Es la chechia, la que fue heroica chechia al zarpar, y reducida al vulgar estado de gorro de dormir, hundido hasta las orejas en una cabeza de enfermo, descolorida y convulsa.