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(N. de Stendhal) 3 Este nombre fue adoptado por un fraile, hombre inteligente, fray Gabriel Téllez. Era de la orden de la Merced y escribió varias obras en las que hay escenas de talento entre otras, El vergonzoso en Palacio. Téllez produjo trescientas comedias, de las que se conservan todavía sesenta u ochenta. Murió hacia 1810. (N. de Stendhal.)
entero. Y es que hay en ella el diablo y el amor, el miedo al infierno y una pasión exaltada por una mujer; es decir, lo más terrible y lo más dulce para todos los hombres, a poco que se eleven sobre el estado salvaje.
No es extraño que la pintura de don Juan fuera introducida en la literatura por un poeta español. El amor ocupa un gran lugar en la vida de ese pueblo; allí es una pasión seria que se impone, con mucho, a todas las demás, incluso, ¿quién lo creyera?, a la vanidad. Lo mismo ocurre en Alemania y en Italia. En realidad, sólo Francia está completamente libre de esta pasión que tantas locuras hace someter a esos extranjeros: por ejemplo, cargarse con una muchacha pobre, con el pretexto de que es bonita y se está enamorado de ella. En Francia, las muchachas que carecen de belleza no carecen de admiradores; nosotros somos muy listos. En otros países tienen que meterse monjas, y por eso en España son indispensables los conventos. En ese país, las muchachas no tienen dote, y esta ley ha mantenido el triunfo del amor. En Francia, ¿no se ha refugiado el amor en el quinto piso, es decir, entre las muchachas que no se casan por medio del notario de la familia?
Del don Juan de lord Byron no hay que hablar: no es más que un Faublas, un guapo mozo insignificante y sobre el cual se precipitan toda clase de venturas inverosímiles.
Fue, pues, en Italia y sólo en el siglo XVI donde debió aparecer por primera vez ese carácter singular. Fue en Italia y en el siglo XVII donde una princesa decía, tomando con delicia un helado la noche de un día muy caluroso: «¡Qué lástima que esto no sea pecado!».