Los Cenci (Stendhal) Libros Clásicos

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-¿Qué pasa? -exclamaron las mujeres.
-¡Que es una cobardía y una vergüenza ­contestaron a un pobre viejo dormido! La compa­sión nos ha impedido hacerlo.
Esta disculpa causó gran indignación a Beatriz, que empezó a insultarlos diciendo:
17 Tratan a Dios como a un déspota cuya vanidad no se puede herir. Por lo demás, solo indirectamente le ofende la inmoralidad de los actos. (N.
-¡De modo que vosotros, que sois hombres, bien preparados para semejante acción, no tenéis valor para matar a un hombre dormido!18. Pues me-nos lo tendríais para mirarle a la cara si estuviera deshierro. ¡Y para eso os atrevéis a coger dinero! ¡Bueno, puesto que así lo quiere vuestra cobardía, yo misma mataré a mi padre! ¡Y vosotros no viviréis mucho tiempo!
Estimulados por estas pocas palabras fulmi­nantes y temiendo una disminución en el precio convenido, los asesinos entraron resueltamente en el dormitorio y las mujeres los siguieron. Uno de ellos llevaba un gran clavo y lo colocó verticalmente sobre el ojo del viejo dormido; el otro, que llevaba un martillo, lo clavó en la cabeza. De la misma ma­nera le clavaron otro clavo en el cuello, de suerte que a aquella pobre alma, cargada con tantos peca­dos recientes, se la llevaron los demonios; el cuerpo se debatió, pero en vano.
Hecho esto, la joven entregó a Olimpio una gran bolsa llena de dinero y a Mario un abrigo de paño, adornado con un galón de oro, que había pertenecido a su padre, y los despidió.
de Stendhal en el manuscrito italiano.
18 Todos estos detalles están probados en el proceso. (N. de Stendhal.

Ya solas las mujeres, empezaron por sacar aquel gran clavo hundido en la cabeza del cadáver y el que tenía en el cuello; luego envolvieron el cuerpo en una sábana, lo arrastraron a través de una larga serie de habitaciones hasta una galería que daba a un pe­queño jardín abandonado y desde allí lo tiraron so­bre un gran saúco que había en aquel lugar solitario. Como al final de aquella pequeña galería había un retrete, esperaban que, cuando al día siguiente en­contraran el cadáver del viejo caído en las ramas del saúco, supondrían que había resbalado y se había caído yendo al retrete.

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