Página 15 de 37
Todas las noches llevaba a su mujer a «La Redouteu y volvía en seguida a casa para entregarse a una pasión por la botánica que acababa de inspirarle la proximidad de los lugares donde Jean Jacques Rousseau había pasado su juventud. Alfredo colocó sus cajas y sus plantas en el salón donde trabajaba Aniken. Todas las noches permanecían juntos horas enteras, sin decir palabra ninguno de los dos. La única atención que Aniken dedicaba a Alfredo era la de disolver goma en agua para que él pudiera pegaren su herbario plantas secas, y se permitía este menester porque podía considerarse como parte de sus obligaciones. Cuando Alfredo no estaba, Mina miraba aquellas bonitas plantas que él traía de sus paseos por las montañas, tan pintorescas, de las orillas del lago de Bourget. A Mina le entró un sincero amor por la botánica, y esto resultó a Alfredo cómodo y singular. «Me ama pensó Mina; pero acabo de ver cómo ha tomado madame de Larcay mi celo por las funciones de mi oficio.»La señora Cramer fingió una enfermedad ; Mina pidió y obtuvo permiso para pasar las noches al lado de su antigua ama. A Alfredo le chocó mucho sentir cómo decrecía e incluso iba desapareciendo su afición a la botánica; se quedaba por la noche en «La Redoute» y su mujer le gastaba bromas sobre el aburrimiento que le producía la soledad. Alfredo se confesó que le gustaba aquella muchacha. Contrariado por la timidez que sentía junto a ella, tuvo un momento de fatuidad. a ¿ Por qué se dijo no hacer lo que haría cualquier amigo mío? Al fin y al cabo, no es más que una criada.» Un día de lluvia, Mina se quedó en casa. Alfredo no permaneció más que un instante en La Redoute. Cuando volvió a casa, pareció sorprenderle la presencia de Mina en el salón. Esta pequeña falsedad, que Mina notó, le quitó toda la felicidad que se prometía de aquella velada. Probablemente esta disposición fue la causa de la verdadera indignación con que rechazó los intentos de Alfredo.
Se retiró a su cuarto.