Mina de Vanghel (Stendhal) Libros Clásicos

Página 21 de 37

Con una gran fortuna, su hotel puede llegar a ser la primera casa de París. ¿Quiere obedecerme como un niño? A cambio de esto, solamente a cambio de esto, le ofrezco mi mano para dentro de un año.
Durante esta larga introducción, el conde de Ruppert calculaba los efectos de una novela poco agradable de sostener, pero siempre con una gran fortuna y, en el fondo, con una mujer realmente buena. Le juró obediencia y lo hizo con mucho garbo. Intentó por todos los medios llegar más adelante en los secretos de Mina.
No insista, es inútil le contestaba Mina, riendo, Tendrá el valor de un león y la docilidad de un niño?
Soy su esclavo contestó el conde.
Vivo escondida en las cercanías de Aix, pero sé todo lo que pasa en la ciudad. Dentro de ocho o nueve días mire al lago cuando den las doce en el reloj de la parroquia. Verá una olla flotando en las ondas. Al día siguiente estaré aquí, a las nueve de la noche, y le permito que venga. Si pronuncia mi nombre, si dice una palabra a quienquiera que sea, no me volverá a ver en su vida.
Después del paseo por el lago, durante el cual se habló más de una vez de la belleza de Aniken, madame de Larcay volvió a su casa en un estado de irritación muy impropio de su carácter, todo dignidad y mesura. Dirigió a Mina unas palabras muy duras que le traspasaron el corazón, pues fueron dichas en presencia de Alfredo, y Alfredo no la defendió. Por primera vez contestó Mina de una manera viva e irrespetuosa. Madame de Larcay creyó ver en este tono la seguridad de una criada que, por el amor que inspira, se sale de su papel, y su ira se desbordó. Acusó a Mina de dar citas a ciertas personas en casa de la señora Cramer, la cual, a pesar del cuento de que habían reñido, estaba perfectamente de acuerdo con ella. «¿Me habrá traicionado ya ese monstruo de Ruppert?», se dijo Mina. Alfredo la miraba fijamente, como queriendo descubrir la verdad.

Página 21 de 37
 

Paginas:


Compartir:




Diccionario: