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Cree al muna., en mis sentimientos? preguntó a Mina cuando la aguja se .recreaba ya al minuto final de la hora de paciencia.
Véngueme y lo creo todo.
Qué hay que hacer?
Conquistar a madame de Larcay y conseguir que su marido se entere sin lugar a dudas de que le engaña. Entonces él le devolver el sufrimiento que emponzoña mi vida por causa de las calumnias de esa mujer.
Su proyecto es atroz repuso el conde.
Digamos bien que es difícil de ejecutar replicó Mina, con una sonrisa irónica.
Como difícil, no replicó picado el conde Bueno, seré la perdición de esa mujer añadió en un tono ligero.
Es lástima, era una buena mujer.
Fíjese bien en que yo no le obligo en modo alguno a conquistar los favores de madame de Larcay le advirtió Mina Lo único que deseo es clac su marido no pueda dudar de que los ha conseguido.
El conde se marchó. Mina se sentía ahora menos desgraciada.
Vengarse es actuar, actuar es esperar. «Si Alfredo muere se dijo, moriré yo.» Y salió. La satisfacción que la llenaba en este momento la divorció para siempre de la virtud. La prueba de aquella noche había sido demasiado fuerte para su carácter; no estaba preparada para oír cómo la calumniaban delante de Alfredo y ver cómo éste daba crédito a la calumnia. En lo sucesivo, podría pronunciar aún la palabra «virtud», pero sin fundamento: la venganza y el amor se habían apoderado por completo de su corazón.
Trazó mentalmente todo el proyecto de su venganza. ¿Era realizable? Esta fue la única duda que la asaltó. No tenía otro medio de acción que el interés de un hombre necio y mucho dinero.
Se presentó monsieur de Larcay.
Que viene a hacer aquí? le preguntó Mina, muy altiva.
Sufro mucho. Vengo a llorar con la mejor amiga que tengo en el mundo.
De modo que sus primeras palabras no son para decir que! no cree (a calumnia dirigida contra mí! ; Márchese!
Decirle, como le digo, que no hay felicidad para mí lejos de usted replicó orgullosamente Alfredo, es responder a falsas acusaciones.