Página 10 de 26
-Nunca me has parecido tan digno de amarte – exclamó-, sí, mi cirujanito de campaña: soy tuya para siempre. Eres un gran hombre, como nuestros antiguos romanos.
Todas las ideas sobre el futuro, todos los tristes consejos de la cordura, desaparecieron, fue un momento de amor perfecto.
Cuando pudieron volver a la razón, Vanina dijo:
-Yo erraré en la Romaña casi tan pronto como tú. Voy a hacer que me receten los baños de «La Poretta». Pararé en el palacio que tenemos en San Nicolo, cerca de Forli...
-¡Pasaré allí mi vida contigo! -exclamó Missirilli.
-Desde ahora mi destino es atreverme a todo repuso Vanina, suspirando-. Me perderé por ti, pero no importa... ¿Podrás amar tú a una muchacha deshonrada?
-¿No eres mi mujer -repuso Missirilli- , y una mujer adorada para siempre? Sabré amarte y protegerte.
Vanina no tenia más remedio que presentarse en sociedad. Apenas se separó de Missirilli, éste empezó a pensar que su conducta era bárbara.
«¿Qué es la patria? -se dijo-. No es una persona a la que debemos gratitud por un bien que nos ha hecho y que sea desgraciada y pueda maldecirnos si faltamos a ese deber de gratitud. La patria y la libertad son como mi gabán, una cosa que me es útil, que tengo que comprar, verdad es, cuando no la he heredado de mi padre; después de todo, yo amo a la patria y a la libertad porque estas dos cosas me son útiles. Si no sé qué hacer con ellas, si son para mí como un gabán en el mes de agosto, ¿por qué comprarla, y a un precio enorme? ¡Vanina es tan bella! ¡Tiene un talento tan singular! Procurarán conquistarla; me olvidará. ¿Qué mujer no ha tenido nunca más que un amante? ¡Esos príncipes romanos a los que yo desprecio como ciudadanos tienen tantas ventajas sobre mí! ¡Deben de ser muy atractivos! ¡Ah, si me voy, me olvida y la pierdo para siempre! »
A medianoche subió Vanina a verle. Pedro le contó la incertidumbre en que había estado sumido y la discusión a que había sometido, porque la ama-ba, a la gran palabra patria.