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¿Está contenta?
-Se est usted haciendo un hombre -contestó Vanina-; regáleme su retrato.
La víspera del día en que Missírilli tenía que llegar a Roma, Vanina inventó un pretexto para ira Cittá-Castellana. En la cárcel de esta ciudad pasan la noche los carbonarlos que trasladan de la Romaña a Roma. Vio a Missirilli cuando, por la mañana, salía de la cárcel: iba encadenado solo en un carro; le pareció muy pálido, pero nada desalentado. Una vieja le echó un ramillete de violetas, que Missirilli agradeció con una sonrisa.
Vanina había visto a su amante. Fue como si todos sus pensamientos se hubieran renovado; se sintió con un valor nuevo. Tiempo atrás había conseguido un, ascenso para el señor cura Cari, capellán del castillo de Sant´Angelo, donde iban a encerrar a su amante; había tomado como confesor a este buen sacerdote. No es poca cosa, en Roma, ser confesor de una princesa y sobrina del gobernador.
El proceso de los carbonarlos de Forli no fue largo. El partido «ultra», para vengarse de no haber podido impedir que llegaran a Roma, hizo que la comisión que tenía que juzgarlos estuviera formada por los prelados más ambiciosos. La presidió el ministro de la policía.
La ley contra los carbonarlos era clara: los de Forli no podían abrigar ninguna esperanza, pero no por eso dejaron de defender su vida con todos los subterfugios posibles. Sus jueces no sólo los condenaron a muerte, sino que varios de ellos propusieron suplicios atroces: la mano cortada, etc. El ministro de la policía, que ya había hecho su cartera (pues del puesto que ocupaba se pasa al capelo), no tenía ninguna necesidad de la mano cortada: al llevar la sentencia al papa, hizo conmutar por varios años de prisión la pena de todos los condenados. E1 único exceptuado fue Pedro Missirilli. El ministro veía en este joven un fanático peligroso, y además había sido también condenado a muerte como culpable de haber dado muerte a los dos carabineros de que hemos hablado. Vanina se enteró de la sentencia y de la condena a los pocos momentos de volver el ministro de ver al papa.