El Caballero de la Maison Rouge (Alejandro Dumas) Libros Clásicos

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Además, llevaba a la cintura un par de pistolas de la exreal fábrica de Versalles, y un sable recto y corto, parecido al de los alumnos del Campo de Marte.
-¡Ah! -dijo el recién llegado-. Tú duermes, bruto, mientras la patria está en peligro. ¡Qué asco!
-No duermo, Lorin -dijo Maurice riendo-; sueño.
-¿Con Eucharis?
-¿Quién es esa Eucharis?
-La mujer de la calle Saint-Honoré, la mujer de la patrulla, la desconocida por quien hemos arriesgado nuestras cabezas anoche.
Lorin le hizo varias preguntas sobre la mujer, pero Maurice le respondió que se le había escapado en el puente Marie.
-Hablemos de política -dijo Lorin-. He venido para eso; ¿sabes la noticia?
-Sé que la viuda Capeto ha querido evadirse.
-¡Bah! Eso no es nada. El famoso caballero de Maison-Rouge está en París.
-¿De verdad? ¿Cuándo ha entrado?
-Anoche. Disfrazado de cazador de la guardia nacional. Una mujer que se supone es aristócrata, disfrazada de mujer del pueblo le ha llevado las ropas a la puerta de la ciudad; un instante después han entrado del brazo. Sólo después que habían pasado, el centinela ha entrado en sospechas: había visto salir a la mujer con un paquete y la vio entrar del brazo de un militar; esto era sospechoso. Ha dado la alarma y se ha corrido tras ellos, pero han desaparecido en un edificio de la calle Saint-Honoré cuya puerta se abrió como por arte de magia. El edificio tenía otra puerta en los Champs-Elysées; el caballero de Maison-Rouge y su cómplice se han desvanecido. Se demolerá el edificio y se guillotinará al propietario, pero esto no impedirá al caballero volver a intentar lo que le ha fallado en dos ocasiones, hace cuatro meses por primera vez y ayer por segunda.
-Entonces, ¿crees en el amor del caballero por la reina?
-No -contestó Lorin-. En eso digo como todo el mundo. Por otra parte, ella ha enamorado a tantos que no tendría nada de asombroso que también le hubiera seducido a él.
-Entonces, dices que el caballero de Maison-Rouge...
-Digo que en este momento está acorralado y que si escapa a los sabuesos de la República será un zorro muy fino.
-¿Y qué hace el ayuntamiento entretanto?
-Va a proclamar un decreto para que cada casa, como un fichero público, exhiba en la fachada los nombres de sus inquilinos.

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