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-¡Ah!, ¿sí? -gritó la voz-. Espera, espera, que vas a ver.
Y el zapatero Simon salió de su cuchitril como una bestia salvaje del cubil. Lorin le salió al paso para preguntarle por qué perseguía al niño.
-Porque ese bribonzuelo no quiere cantar como un buen patriota ni trabajar como un buen ciudadano.
Entonces arguyó Lorin que la nación no le había confiado al Capeto para que le enseñara a cantar; y como Simon le preguntara por qué se mezclaba en sus asuntos, le respondió que era indigno de un hombre de corazón golpear a un niño, y que éste no había participado en los crímenes de su padre y, por tanto, no era culpable de nada. El zapatero replicó que se le había entregado al niño para hacer con él lo que quisiera, y que cantaría Madame Veto porque así lo deseaba él.
-Miserable, la señora Veto es su madre; ¿querrías que se forzara a tu hijo a cantar que su padre es un canalla?
El zapatero, indignado llamó aristócrata a Lorin, amenazándole con hacerle arrestar; después llamó al niño para que entrara y continuara haciendo su zapato. Lorin dijo al zapatero que el niño no recogía la horma ni haría zapatos, y al ver su sable, le retó a sacarlo.
En ese momento, dos mujeres entraron en el patio; una de ellas llevaba un papel en la mano y se dirigió al centinela.
-¡Sargento! -gritó el centinela-. Es la hija de Tison que pide ver a su madre.
-Déjala pasar -dijo Lorin, que no quería volverse por temor a que Simon aprovechara esta distracción para pegar al niño.
El centinela las dejó pasar, pero apenas habían subido cuatro escalones cuando se encontraron con Maurice Lindey que bajaba al patio. Era casi de noche, de manera que no se podían distinguir los trazos de sus rostros. Maurice las detuvo.
-¿Quiénes sois y qué queréis? -preguntó.
Sophie Tison se dio a conocer y explicó que había traído a su amiga para no estar ella sola entre tantos soldados. Pero Maurice le dijo que su amiga no podía subir.
-Como guste, ciudadano -dijo Sophie Tison estrechando la mano de su amiga que, apoyada contra la pared, parecía sobrecogida de sorpresa y espanto.
Maurice dio aviso a los guardias situados en cada piso para que dejaran pasar a la hija de Tison y retuvieran a la mujer que la acompañaba.