El tulipán negro (Alejandro Dumas) Libros Clásicos

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Así, sus productos comenzaban a gustar. Eran bellos, incluso poco comu nes. Varios aficionados habían venido a visitar los tulipanes de Boxtel. Por último, Boxtel había lanzado al mundo de los Limé y de los Tournefort un tulipán con su nombre. Aquel tulipán viajó, atravesó Francia, entró en España, penetró hasta Portugal, y el rey don Alfonso VI que, expulsado de Lisboa, se había retirado a la isla de Terceira, donde se divertía, como el gran Conde, regando claveles, sino cultivando tulipanes, dijo: «No está mal», contemplando el susodicho Boxtel.
De pronto, como continuación a todos los estudios a que se había dedicado, y habiendo invadido a Corne lius van Baerle la pasión por los tulipanes, decidió éste modificar su casa de Dordrecht que, como hemos dicho, era vecina a la de Boxtel a hizo elevar un piso a cierto edificio de su patio, el cual, al alzarse, robó medio grado de calor y, en cambio, produjo medio grado de frío al jardín de Boxtel, sin conta r con que cortó el viento y trastornó todos los cálculos y toda la economía hortícola de su vecino.
Después de todo, esa desgracia no era nada a los ojos del vecino Boxtel. Van Baerle no era más que un pintor, es decir, una especie de loco que intenta rep roducir sobre la tela, desfigurándolas, las maravillas de la Naturaleza. El pintor hacía levantar un piso a su taller para tener mejor luz, lo que entraba en su derecho. El señor Van Baerle era pintor como el señor Boxtel era florista-tulipanero;
quería sol para sus cuadros, y le robaba medio grado a los tulipanes del señor Boxtel.
La ley estaba de parte del señor Van Baerle. Bene sit.
Por otra parte, Boxtel había descubierto que dema siado sol perjudicaba al tulipán, y que esta flor crece mejor y más colo reada con el tibio sol de la mañana o de la tarde que con el ardiente sol del
mediodía.
Tuvo, pues, casi que agradecer a Cornelius van Baerle el haberle proporcionado gratis un parasol.
Tal vez no fuera esto enteramente verdad, y lo que decía Boxtel respecto a su vecino Van Baerle no
fuese la total expresión de su pensamiento. Sin embargo, las grandes almas hallan en la filosofía asombrosos recur sos en medio de las grandes catástrofes.
Pero desgraciadamente, ¡qué fue de este infortuna do Boxtel, cuando vio los vidrios del nuevo piso edificado llenarse de cebollas, de bulbos, de tulipanes en plena tierra, de tulipanes en botes, en fin de todo lo que concierne a la profesión de un monómano tulipanero!

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