La Dama de las Camelias (Alejandro Dumas) Libros Clásicos

Página 23 de 158


No podía dejar de interesarme por aquel hombre. Quizá en mi interés había algo de egoísmo; quizá bajo aquel dolor había vislumbrado una conmovedora historia de amor, o quizá mi deseo de conocerla se debía en buena parte a lo preocupado que me tenía el silencio de Armand.
Puesto que el señor Duval no volvía a mi casa, decidí ir yo a la suya. No era diñcil encontrar un pretexto. Por desgracia no sabía su dirección, y de todos los que pregunté nadie supo decírmela.
Me dirigí a la calle de Antin. Tal vez el portero de Marguerite supiera dónde vivía Armand. Era un portero nuevo. Lo ignoraba como yo. Pregunté entonces por el cementerio donde había sido enterrada la señorita Gautier. Era el cementerio de Montmartre .
Había llegado abril, hacía buen tiempo, las tumbas ya no tendrían ese aspecto doloroso y desolado que les da el invierno; en fin, hacía ya bastante calor para que los vivos se acordasen de los muertos y los visitaran. Me dirigí al cementerio, diciéndome: «Con sólo ver la tumba de Marguerite, sabré si el dolor de Armand subsiste aún, y quizá me entere de lo que ha sido de él.»
Entre en la casilla del guarda, y le pregunté si el 22 de febrero no había sido enterrada en el cementerio de Montmartre una mujer llamada Marguerite Gautier.
El hombre hojeó un grueso libro, donde están inscritos y numerados todos los que entran en aquel último asilo, y me respondió que, en efecto, el 22 de febrero a mediodía había sido inhumada una mujer de ese nombre.
Le rogué que me condujera a su tumba, pues sin cicerone no hay forma de orientarse en esa ciudad de los muertos, que tiene sus canes como la ciudad de los vivos. El guarda llamó a un jardinero y le dio las indicaciones necesarias, pero él lo interrumpió diciendo:
––Ya sé, ya sé... jOh, es una tumba bien fácil de encontrar! ––continuó, volviéndose hacia mí.
––¿Por qué? le dije yo.
––Porque tiene flores muy diferentes a las otras.
––¿Es usted quien cuida de ella?
––Sí, señor, y ya me gustaría a mí que todos los familiares se preocuparan por sus difuntos lo mismo que

el joven que me ha encargado de ella. Después de dar algunas vueltas, el jardinero se detuvo y me dijo: ––Ya hemos llegado.

Página 23 de 158
 

Paginas:
Grupo de Paginas:           

Compartir:




Diccionario: