La Dama de las Camelias (Alejandro Dumas) Libros Clásicos

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Tal vez sea una sed de a fiebre que me abrasa, un sueño de mis insomnios, un resultado de mi delirio; pero, aunque después de verla tenga que hacerme trapense como el señor Rancé, la veré.
––Lo comp rendo ––dije a Armand––, y estoy a su disposi ción. ¿Ha visto a Julie Duprat?
––Sí, oh, la vi ya el mismo día de mi primer regreso.
––¿Le ha entregado los papeles que Marguerite le dejó para usted?
––Aquí están.
Armand sacó un rollo de papel de debajo de s u almohadón y volvió a colocarlo inmediatamente.
––Me sé de memoria lo que contienen estos papeles ––me dijo––. Llevo tres semanas leyéndolos. diez veces al día. También usted los leerá, pero más tarde, cuando yo esté más tranquilo y pueda hacerle comprender todo el corazón y el amor que revela esta confesión. De momento tengo que pedirle un favor.
––¿Cuál?
––¿Tiene un coche abajo?
––Sí.
Bueno, ¿quiere usted coger mi pasaporte a ir a lista de correos a ver si hay alguna carta para mí? Mi padre y mi hermana me habrán escrito a París, y yo me marché con tal precipitación, que no tuve tiempo de ir a preguntar antes de mi marcha. Cuando vuelva, iremos juntos a avisar al comisario de policía para la ceremonia de mañana.
Armand me entregó su pasaporte, y me dirig í a la calle JeanJacques Rousseau.
Había dos cartas a nombre de Duval, las cogí y volví.
Cuando llegué, Armand ya estaba vestido y preparado para salir.
––Gracias ––me dijo, cogiendo las cartas. Sí ––––añadió después de haber mirado los remites––, sí, son de mi padre y de mi hermana. No deben de entender el porqué de este silencio.
Abrió las cartas, y más que leerlas las adivinó, pues tenía cuatro páginas cada una y al cabo de un instante ya las había doblado.
––Vámonos ––me dijo––, ya contestaré mañana.
Fuimos a ver al comisario de policía, a quien Armand entregó el poder de la hermana de Marguerite.
El comisario le dio a cambio una orden de aviso para el guarda del cementerio; convinimos en que el traslado tendría lugar al día siguiente a las diez de la mañana, que yo iría a recogerlo una hora antes y que iríamos al cementerio los dos juntos.
También yo sentía curiosidad por asistir a aquel espectáculo, y confieso que no dormí en toda la noche.

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