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Quedóse la infeliz atónita, pálida y sin gota de sangre en el rostro corno el mármol que se corta en las canteras de Paros. Yo vi sus facciones sin vida y sus miembros temblorosos, cual las ramas del árbol sacudidas por el viento, cual la verde caña que agita el Céfiro o la superficie de las olas que riza el templado Noto. Las lágrimas suspendidas largo tiempo resbalaron por su faz, como el agua en que se convierte la nieve derretida. Entonces comencé a sentirme de veras culpable; el llanto que derramaba me parecía gotas de mi sangre. Suplicante quise arrojarme tres veces a sus pies, y otras tantas rechazó ella las manos que había aprendido a temer. La venganza aplacará tu dolor, no vaciles en lacerar con tus uñas mi rostro, no perdones mis ojos ni mis cabellos; la cólera dará bríos a tus débiles manos, y para borrar las vergonzosas huellas de mi arrebato, vuelve a arreglar tu descompuesta cabellera.
VIII
Oiga el que desee conocer a cierta meretriz: es una vieja llamada Dipsa; el nombre le viene del oficio: Jamás la sorprendió en ayunas la madre del negro Memnón desde su carro ornado de rosas. Ella conoce las artes de la magia, las canciones de Colcos y los conjuros que obligan a retroceder las rápidas aguas hacia su fuente. Sabe muy bien las virtudes de las plantas, del lino arrollado en el rombo y del virus que destilan las yeguas en celo. Si quiere amontona las nubes en el vasto cielo, y si quiere brilla la luz del día en la atmósfera azulada. ¿Lo creerás? Yo he visto a los astros destilar gotas de sangre, y he visto asimismo ensangrentado el purpúreo cerco de la luna. Me sospecho que en vida revolotea entre las sombras de la noche con el cuerpo cubierto de plumas; lo sospecho, y es rumor acreditado que en sus ojos brilla una doble pupila y de las dos lanza rayos de fuego. Evoca de los antiguos sepulcros a sus remotos ascendientes y con sus cánticos hiende la sólida corteza de la tierra.