Página 22 de 140
de existir con anterioridad á ellos.
No es fácil decir cuanta oscuridad esta falta de exactitud ha
producido en las decisiones [35] de los autores en materias de derecho
político, cuando han querido juzgar los derechos respectivos de los reyes
y de los pueblos segun los principios que habian establecido. Cualquiera
puede ver, en los capítulos III y IV del libro primero de Grocio cuanto
este sabio y su traductor Barbeirac se enredan y se embarazan con sus
sofismas, por temor de hablar demasiado ó de no decir lo bastante segun
sus miras, y de chocar con los intereses que habian de conciliar. Grocio,
refugiado en Francia, descontento de su patria y con ánimo de hacer la
corte á Luis XIII, á quien dedicó el libro, no perdona medio para despojar
á los pueblos de todos sus derechos y para revestir con ellos á los reyes
con toda la habilidad posible. Lo mismo hubiera querido hacer Barbeirac,
que dedicaba su traduccion á Jorge I, rey de Inglaterra. Pero
desgraciadamente la espulsion de Jacobo II, que él llama abdicacion, le
obligó á ser reservado, á buscar efugios y á tergiversar, paraque no se
dedujese de su obra que Guillermo era un usurpador. Si estos dos
escritores hubiesen adoptado los verdaderos principios, todas las
dificultades hubieran desaparecido y no se les podria tachar de
inconsecuentes; pero hubieran dicho simplemente la verdad sin adular mas
que al pueblo. La verdad empero no guia á la fortuna, y el pueblo no da
embajadas, ni obispados, ni pensiones. [36]
Capítulo III
Si la voluntad general puede errar
De lo dicho se infiere que la voluntad general siempre es recta, y
siempre se dirije á la utilidad pública; pero de aqui no se sigue que las
deliberaciones del pueblo tengan siempre la misma rectitud. Queremos
siempre nuestra felicidad pero á veces no sabemos conocerla: el pueblo no
puede ser corrompido, mas se le engaña á menudo, y solo entonces parece