El contrato social (Jean Jacques Rousseau) Libros Clásicos

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objetos tales cuales son y algunas veces tales cuales deben parecerle,
mostrarle el buen camino que ella busca, preservarla de la seduccion de
las voluntades particulares, ponerle á la vista los lugares y los tíempos,
equilibrar el atractivo de las ventajas presentes y sensibles con el
peligro de los males lejanos y ocultos. Los particulares vén el bien que
desechan; el público quiere el bien que no sabe ver. Todos tienen igual
necesidad de guias. A los unos se les ha de enseñar á conformar [51] su
voluntad con su razon; al otro se le ha de enseñar á conocer lo que
quiere. Entonces es cuando de los conocimientos públicos resulta en el
cuerpo social la union del entendimiento con la voluntad; de aqui el
exacto concurso de las partes, y en fin la mayor fuerza del todo: y de
aqui nace la necesidad de un legislador.



Capítulo VII
Del legislador



Para encontrar las mejores reglas de sociedad que convengan á las
naciones, seria menester una inteligencia superior, que viese todas las
pasiones de los hombres sin estar sujeta á ellas; que no tuviese ninguna
relacion con nuestra naturaleza y que la conociese á fondo; cuya dicha no
dependiese de nosotros, y que sin embargo quisiese ocuparse en la nuestra;
en fin que procurándose para futuros tiempos una lejana gloria, pudiese
trabajar en un siglo y disfrutar en otro (12). Seria necesario que hubiese
dioses para poder dar leyes á los hombres.
El mismo raciocinio que hacia Calígula en cuanto al hecho, lo hacia
Platon en cuanto al derecho para definir al hombre civil ó real que [52]
busca en su libro del Reinado. Pero si es verdad que un gran príncipe es
un hombre raro, cuanto no lo será un gran legislador! El primero solo debe
seguir el modelo que el otro debe proponer. Este es el mecánico que
inventa la máquina; aquel, el operario que la arregla y la hace obrar.

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