El contrato social (Jean Jacques Rousseau) Libros Clásicos

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El que no sepa mas que esto podrá
tal vez juntar por casualidad una cuadrilla de locos; pero nunca fundará
un imperio, y su disparatada obra perecerá bien pronto con su persona. Los
vanos prestigios forman un vínculo momentáneo; solo la sabiduría le hace
duradero. La ley judaica siempre permanente, la del hijo de Ismael, que
gobierna la mitad del mundo diez siglos há, nos anuncian aun hoy á los
grandes hombres que las han dictado; y [57] mientras que la orgullosa
filosofía ó el ciego espíritu de partido no vén en ellos mas que á unos
impostores afortunados, el verdadero político admira en sus instituciones
aquel grande y poderoso talento que preside á los establecimientos
duraderos.
De todo lo dicho no se ha de deducir con Warburton que la política y
la religion tengan entre nosotros el mismo objeto, sino que, en el orígen
de las naciones, la una sirve de instrumento á la otra.



Capítulo VIII
Del pueblo



Asi como un arquitecto, antes de construir un edificio, observa y
profundiza el suelo para ver si puede sostener su peso, asi tambien un
legislador sabio no empieza por redactar leyes buenas en sí mismas, sino
que examina antes si el pueblo al cual las destina está en el caso de
soportarlas. Por este motivo Platon no quiso dar leyes á los Arcadios y á
los Cirenios, porque sabia que estos dos pueblos eran ricos, y que no
podian sufrir la igualdad: por este mismo motivo hubo en Creta buenas
leyes y hombres perversos, pues el pueblo que Minos habia disciplinado era
un pueblo cargado de vicios.
Mil naciones han florecido en la tierra que jamás hubieran podido
sufrir buenas leyes; y aun aquellas que lo hubieran podido solo han [58]
tenido, en todo el tiempo de su duracion, un espacio muy corto para ello.
Casi todos los pueblos, lo mismo que los hombres, solo son dóciles en su
juventud, y se hacen incorregibles á medida que van envejeciendo.

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