Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres (Jean Jacques Rousseau) Libros Clásicos

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consentimiento; y que la promulgación se hiciera con tanta solemnidad, que
antes de que la constitución fuese alterada hubiera tiempo para
convencerse de que es sobre todo la gran antigüedad de las leyes lo que
las hace santas y venerables; que el pueblo menosprecia rápidamente las
leyes que ve cambiar a diario, y que, acostumbrándose a descuidar las
antiguas costumbres so pretexto de mejores usos, se introducen
frecuentemente grandes males queriendo corregir otros menores.
Hubiera huido, sobre todo, por estar necesariamente mal gobernada, de
una república donde el pueblo, creyendo poder prescindir de sus
magistrados, o concediéndoles sólo una autoridad precaria, hubiese
guardado para sí, con notoria imprudencia, la administración de sus
asuntos civiles y la ejecución de sus propias leyes. Tal debió de ser la
grosera constitución de los primeros gobiernos al salir inmediatamente del
estado de naturaleza; y ése fue uno de los vicios que perdieron a la
república de Atenas.
Pero hubiera elegido la república en donde los particulares,
contentándose con otorgar la sanción de las leyes y con decidir,
constituidos en cuerpo y previo informe de los jefes, los asuntos públicos
más importantes, estableciesen Tribunales respetados, distinguiesen con
cuidado las diferentes jurisdicciones y eligiesen anualmente para
administrar la justicia y gobernar el Estado a los más capaces y a los más
íntegros de sus conciudadanos; aquella donde, sirviendo de testimonio de
la sabiduría del pueblo la virtud de los magistrados, unos y otros se
honrasen mutuamente, de suerte que sí alguna vez viniesen a turbar la
concordia pública funestas desavenencias, aun esos tiempos de ceguedad y
de error quedasen señalados con testimonios de moderación, de estima
recíproca, de un común respeto hacia las leyes, presagios y garantías de
una reconciliación sincera y perpetua.
Tales son, magníficos, muy honorables y soberanos señores, las
ventajas que hubiera deseado en la patria de mi elección. Y si la
Providencia hubiese añadido además una posición encantadora, un clima
moderado, una tierra fértil y el paisaje más delicioso que existiera bajo

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