Sueños de un paseante solitario (Jean Jacques Rousseau) Libros Clásicos

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Sueños de un paseante solitario

Jean Jacques Rousseau

PRIMER PASE

Heme aquí, pues, solo en la tierra, sin más hermano, prójimo, amigo ni sociedad que yo mismo. El más sociable y el más amante de los humanos ha sido proscrito de ella por u n acuerdo unánime. Han buscado en los refinamientos de su odio qué tormento podía serle más cruel a mi alma sensible y han roto violentamente todos los lazos que me ligaban a ellos. Habría amado a los hombres a pesar de ellos mismos. Helos ahí, pues, extraños, des­conocidos, nulos, en una palabra, para mí pues que lo han querido. Pero yo, desligado de ellos y de todo, ¿qué soy yo mismo? Ve aquí lo que me queda por buscar. Desgraciadamente, tal búsqueda debe ir precedida de un intuito a mi posición. Es ésta una idea por la que necesariamente ha de pasar para llegar de ellos a mí.
De quince y más años acá, que estoy en esta extraña posición aún me parece un sueño. Siempre imagino que me atormenta una indigestión, que duermo con mal sueño y que voy a despertarme bien aliviado de mi dolor encontrándome de nuevo con mis amigos. Sí, sin duda, debo de haber dado un salto de la vigilia al sueño, o más bien de la vida a la muerte, sin darme cuenta. Sacado no sé cómo del orden de las cosas, me he visto precipitado en un caos incomprensible donde nada percibo; y cuanto más pienso en mi situación presente menos puedo comprender dónde estoy.
¡Ah! ¿Cómo hubiera podido prever el destino que me esperaba? ¿Cómo concebirlo aún hoy que estoy entregado a él? ¿Podía suponer en mi sensatez que un día yo, el mismo hombre que era, el mismo que soy todavía, pasaría, sería tomado sin la menor duda por un monstruo, por un emponzoñador, por un asesino, que me convertiría en el horror de la raza humana, en el juguete de la chusma, que los viandantes escupirían sobre mí por todo saludo, que una generación entera se entretendría por un acuerdo unánime en enterrarme vivo? Cuando se operó esta extraña revolución, cogido de sorpresa, al principio me trastornó. Mis agitaciones, mi indignación me sumieron en un delirio que no tuvo bastante con diez años para calmarse, y en este disparate, he ido suministrando a los rectores de mi destino otros tantos instrumentos con mis imprudencias que ellos han empleado con habilidad para fijarlo irremisiblemente.

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