Página 7 de 97
Todo me da igual ya, tanto que espíen lo que hago como que se inquieten por estas hojas o se apropien de ellas o las supriman o las falsifiquen. Ni las escondo ni las enseño. Si me las quitan en vida, no me quitarán ni el placer de haberlas escrito, ni el recuerdo de su contenido ni las meditaciones de que son fruto y cuyo manantial no pude agotarse sino con mi alma. Si desde mis primeras calamidades hubiera sabido no resistirme a mi destino y tomar el partido que tomo hoy, todos los esfuerzos de los hombres, todas sus horrendas maquinaciones habrían carecido de efecto para mí y no habrían turbado ya mi reposo con todos sus ardides como no pueden turbarlo desde ahora con todos sus éxitos; que disfruten de grado con mi oprobio, que no me impedirán gozar de mi inocencia y acabar mis días en paz a su despecho.
SEGUNDO PASE
Al formar, pues, el proyecto de describir el estado habitual de mi alma en la posición más extraña en la que pueda encontrarse nunca un mortal, no he visto manera más simple y más segura de ejecutar tal empresa que llevando un registro fiel de mis solitarios paseos y de las ensoñaciones que los llenan cuando dejo enteramente libre mi mente y a mis ideas seguir su curso sin resistencia ni escollo. Esas horas de soledad y de meditación son las únicas de la
Librodo
jornada en que soy plenamente yo y estoy conmigo sin distraimiento ni obstáculo, y en que puede decir realmente que soy lo que la naturaleza ha querido.
Enseguida he echado de ver que había tardado demasiado en ejecutar este proyecto. Mi imaginación, menos viva ahora, no se excita ya como antes con la contemplación del objeto que la anima, me embriago menos con el delirio de la ensoñación; hay más reminiscencia que creación en lo que produce actualmente, una tibia languidez debilita todas mis facultades, el ánimo vital se va apagando en mí; mi alma sólo con esfuerzo sale ya fuera de su caduco envoltorio y, sin la esperanza del estado a que aspiro porque me siento en ese derecho, no existiría más que a través de los recuerdos. De manera que para contemplarme yo mismo antes de mi ocaso, debo remontarme por lo menos unos años atrás en el tiempo en que, al perder toda esperanza aquí abajo y no encontrar ya en la tierra alimento para mi corazón, me fui acostumbrando poco a poco a nutrirle con su propia sustancia y a buscar su pasto en mis adentros.