Discurso sobre economía política (Jean Jacques Rousseau) Libros Clásicos

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4 En el Contrato Social lo llamará "(gobierno de la) República". Esto es, sostenido en la voluntad general.
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Así pues, el interés más urgente del jefe y su deber más indispensable es velar por la observancia de las leyes de las que es encargado y sobre las cuales se funda toda su autoridad. Si debe procurar que los otros las observen, con más razón deberá observarlas él mismo, pues goza de todos sus favores, ya que su ejemplo tiene tal fuerza que, aun cuando el pueblo quisiese soportar que el jefe le libere del yugo de la ley, éste deberá guardarse de aprovechar tan peligrosa prerrogativa, que, además, otros tratarán inmediatamente de usurparle y a menudo en su propio perjuicio. En el fondo, como todos los compromisos de la sociedad son recíprocos por su naturaleza, no es posible ponerse por encima de la ley sin renunciar a sus ventajas, ya que nadie debe nada a quien pretende no deber nada a nadie. Por la misma razón, ninguna exención de la ley será jamás aplicada por título alguno en un gobierno bien administrado. Incluso los ciudadanos meritorios ante la patria deberán ser recompensados con honores y nunca con privilegios, pues la república acaba en la ruina desde que alguien puede pensar que vale la pena desobedecer las leyes: si la nobleza o el militar o cualquier otro orden del Estado adoptase una máxima semejante, todo estaría perdido sin remedio.
La potencia de las leyes depende más de su propia sabiduría que de la severidad de los ministros, y la voluntadpública extrae su gran peso de la razón que la dictara. Por esto, Platón concibe como importante precaución poner siempre a la cabeza de los edictos un preámbulo razonado que muestre su justicia y utilidad. Y así, en efecto, la primera de las leyes es la de respetarlas: el mejor de los castigos no deja de ser un vano recurso imaginado por espíritus mediocres para sustituir por el terror el respeto que no pueden obtener. Siempre se pensó que aquellos países donde los suplicios son más terribles son también aquellos en los que éstos se dan con más frecuencia, de suerte que la crueldad de las penas no significa otra cosa que la abundancia de infractores, y que si se castiga todo con igual severidad se obliga a los culpables a cometer crímenes para escapar al castigo de sus faltas.

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