Discurso sobre economía política (Jean Jacques Rousseau) Libros Clásicos

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Alit et ditat, es la bella inscripción que puede leerse en la fachada del edificio. Para exponer aquí el sistema económico de un buen gobierno, consideré a menudo el de esa república, con la dicha de encontrar en mi patria el ejemplo de sabiduría y felicidad que desearía reinasen en todos los países.
Si examinamos cómo crecen las necesidades del Estado, veremos que ello ocurre, con frecuencia, poco más o menos como entre los particulares: en menor medida por verdadera necesidad que por incremento de deseos inútiles.17 Asimismo comprobaremos que nor­
17 Para esta y otras referencias o alusiones sobre el lujo, lo innecesario, y el gusto por lo superfluo (que incluye el gusto por las artes y el refinamiento cultural), consúltese la imprescindible Carta a D`Alambert (1758), uno de los primeros textos que hicieron célebre a Rousseau.
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malmente no se aumenta el gasto como pretexto para aumentar la recaudación, de suerte que el Estado ganaría en ocasiones con el desinterés por hacerse rico, pues esa riqueza aparente le es más costosa que la pobreza misma. Cierto es que cabe poner a los pueblos en más estrecha dependencia si por un lado se les da lo que por otro se les quita, política que utilizara José con los egipcios; mas tan vano sofisma resulta funesto para el Estado si el dinero no vuelve a las mismas manos de las que salió, con lo que lo único que se consigue con tales máximas es enriquecer a los ociosos con el despojo de los útiles.
Una de las causas más ciertas y peligrosas de tal aumento es el gusto por las conquistas. Tal gusto, con frecuencia engendrado por una ambición distinta de la que parece anunciar, no es siempre lo que parece ser ni es tampoco siempre su verdadero motivo el deseo aparente de engrandecer la nación, sino más bien el deseo oculto de aumentar desde dentro la autoridad de los jefes mediante el aumento de las tropas y la diversión que provocan los objetivos de la guerra en el espíritu de los ciudadanos.
Al menos es bien cierto que nada hay tan torcido y miserable como los pueblos conquistadores, cuyos éxitos no hacen sino aumentar sus miserias. Aunque la historia no lo enseñase, bastaría la razón para demostrar que cuanto más grande es un Estado, más fuerte y onerosos son sus dispendios, ya que todas las provincias suministran contingente para gastos de la administración central y, además, cada una de ellas gasta en su administración lo mismo que si fuera independiente.

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