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¿No son para los poderosos y los ricos todas las ventajas de la sociedad? ¿No acaparan éstos todos los empleos lucrativos? Y cuando un hombre bien considerado le roba a sus acreedores o comete otras bribonerías, ¿no tiene asegurada su impunidad? Los bastonazos que propina, las violencias que comete y hasta las muertes y asesinatos por su culpa, ¿no son otros tantos asuntos que se minimizan y que se olvidan en seis meses? Pero si le roban a ese mismo hombre, toda la policía se pone de inmediato en movimiento y pobres de los inocentes de quienes se sospeche. Si atraviesa un lugar peligroso no falta la escolta; si se rompe el eje de su silla, todos acuden en su ayuda; si hay bullicio ante su puerta, dice una palabra y todo calla; si el gentío le incomoda, hace un gesto y todo se arregla; si un carretero molesta en su camino, sus gentes se disponen a molerle a palos, y antes se atropella a cincuenta honrados peatones camino de sus asuntos que a un bribón ocioso atrasado en su carruaje. Todos estos miramientos no le cuestan un céntimo: son el derecho del hombre rico más que el precio de la riqueza. ¡Cuán diferente el cuadro del pobre!: cuanto más le debe la humanidad, más le niega la sociedad. Se le cierran todas las puertas, incluso cuando tiene el derecho a que se le abran, y si alguna vez obtiene justicia, es con mayor pena que con la que el otro obtiene gracia. Si hay que hacer un trabajo penoso o reclutar milicia, se le da la preferencia; además de la suya, soporta la carga de la que su vecino rico queda exento; todos se alejan de él cuando le sobreviene el menor accidente; si vuelca su mísero carruaje, en lugar de que alguien le ayude, puede alegrarse si evita al pasar las vejaciones de los acompañantes de un joven duque: en una palabra, ninguna asistencia gratuita le alcanza precisamente porque no tiene con qué pagarla y yo lo tengo por hombre perdido si tiene la desgracia de poseer un alma honesta, una hija amable o un vecino poderoso. Otra cosa no menos importante a la que prestar atención, es que las pérdidas de los pobres son mucho menos reparables que las del rico, así como que la dificultad para adquirir crece siempre en razón de la necesidad. Con nada, nada se hace; es-to es cierto tanto en los negocios como en la Física.