Artículos de costumbres (Mariano Jose de Larra) Libros Clásicos

Página 40 de 132

En fin, algún día haremos nuestra profesión de fe: en el entretanto quisiéramos que nos hubieran entendido. ¿Lo conseguiremos? Dios sea con nosotros; y si no lo lográsemos, prometemos escribir otro día para todos.]


El Pobrecito Hablador, 30 de noviembre de 1832.
© Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

El Duende Satírico del día, 31 de mayo de 1828.
Corridas de toros



Vous connaissez l´horreur des spectacles affreux
Dont les romains faisaient le plus doux de leurs jeux.
Ce peuple qui donnait, par un mépris bizarre,
A tout peuple étranger le titre de barbare,
Ne repaissait ses yeux que des pleurs des mortels
Et de sang arrosait ses théâtres cruels,
Aux tigres, aux lions livrant des misérables
Il se divertissait de leurs cris lamentables;
Il exposait aux ours des esclaves tremblants
Pour en voir disperser tous les membres sanglants,
Le grave sénateur courait à ces supplices,
Et la jeune vestale en faisait ses délices.
(M. RACINE, FILS: Epître à madame la duchesse de Noailles sur l´âme des bêtes.)

   Ejercite sus fuerzas el mancebo
En frente de escuadrones: no en la frente
Del útil bruto l´asta del acebo.
............................................................
Gineta y cañas son contagio moro;
Restitúyanse justas y torneos,
y hagan paces las capas con el toro.
(Quevedo. Epíst. satír. y censor.)
     Estas funciones deben su origen a los moros, y en particular, según dice don Nicolás Fernández de Moratín, a los de Toledo, Córdoba y Sevilla. Éstos fueron los primeros que lidiaron toros en público. Los principales moros hacían ostentación de su valor y se ejercitaban en estas lides, mezclando su ferocidad natural con las ideas caballerescas, que comenzaban a inundar la Europa. El anhelo de distinguirse en bizarría delante de sus queridas, y de recibir su corazón en premio de su arrojo, les hizo, poner las corridas de toros al nivel de sus juegos de cañas y de sortijas.
     Los españoles sucesores de Pelayo, vencedores de una gran parte de los reyezuelos moros que habían poseído media España, ya reconquistada, tomaron de sus conquistadores en un principio, compatriotas, amigos o parientes en seguida, enemigos casi siempre, y aliados muchas veces, estas fiestas, cuya atrocidad era entonces disculpable, pues que entretenía el valor ardiente de los guerreros en sus suspensiones de armas para la guerra, la emulación entre los nobles que se ocupaban en ellas, haciéndolos verdaderamente superiores a la plebe, y acostumbraba al que había de pelear a mirar con desprecio a un semejante suyo, cuando le era preciso combatir con él, si acababa de aterrar a una fiera más temible.

Página 40 de 132
 

Paginas:
Grupo de Paginas:         

Compartir:




Diccionario: