El doncel de don Enrique (Mariano Jose de Larra) Libros Clásicos

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-Imposible; llevan sólo tres días y fueron para cuatro.
-No importa; no he podido equivocarme; no, no me he equivocado; ¿oís las pesadas cadenas del puente?
-¡Cielos! No le esperaba. ¡Ah! estoy demasiado sencilla; Dios sabe si no será perdido el trabajo que emplee en adornarme.
-¿Qué decís?
-Sí; llama a mis dueñas.
Acercáronse dos dueñas de las que en la extremidad de la sala bordaban a la indicación que Elvira les hizo levantándose y prosiguió la condesa:
-Arreglar mis cabellos, pasadme un vestido con el cual pueda recibir dignamente a mi esposo; probablemente nos dará lugar; nunca que viene de fuera deja de dirigirse primero a la cámara del Rey para informarle de su llegada. Jamás me parecerá bastante todo el cuidado que puedo tener en engalanarme y aparecer a sus ojos armada de las únicas ventajas que nuestro sexo nos concede. Este mismo cuidado le probará el aprecio que hago de su amor; acaso vuelva en sí algún día avergonzado de su conducta, y acaso no se frustren estas esperanzas que ahora te parecen infundadas.
Llegaron dos doncellas que en el menor espacio de tiempo posible recogieron sus hermosos cabellos sobre su frente y los prendieron con una rica diadema de esmeraldas, sustituyendo asimismo al sencillo vestido que la cubría otro lujosamente recamado de plata.
-Llegad, Guiomar -dijo a una de sus sirvientes doña María de Albornoz-, llegad hasta el alabardero de la cámara del Rey y ved de inquirir si es efectivamente don Enrique de Villena el caballero que acaba de entrar en el alcázar, como tengo sobrados motivos para sospecharlo.
Inclinó Guiomar la cabeza y salió a obedecer la orden que se le acababa de dar.
-¿Puedes comprender, Elvira, la causa que me vuelve a mi esposo un día antes de lo que esperaba? ¿Acaso habrá amenazado su vida algún riesgo inesperado?
-No lo temas, señora. En el día y en este punto de Castilla ningún miedo puede inspirarnos ni el moro granadino ni el portugués, y por parte de los demás grandes, don Enrique está bien en la actualidad con todos. Acaso el Rey le habrá enviado a buscar; algún asunto de Estado podrá reclamar su presencia.

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