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Las dueñas y doncellas salieron a la indicación de su ama, y sólo la impaciente doña María y su distraída camarera quedaron dentro con los ojos clavados en la puerta que debía abrirse muy pronto para dar entrada al esperado esposo.
-Podéis retiraros -dijo al entrar don Enrique de Villena a dos personas de tres que le acompañaban, y saludándose unos a otros cortésmente, el conde con su juglar se presentó dentro del salón a la vista de su consorte anhelante.
-Esposo mío -exclamó doña María, previniendo las frías caricias de su severo esposo-. ¿Tú en mis brazos tan presto?
-¿Os pesan doña María? -contestó con risa sardónica el desagradecido caballero.
-¡Pesarme a mi de tu venida! Yo que no deseo otra dicha sino tu presencia y que sólo para ti existo.
-Y que sólo para ti me engalano, pudierais añadir, hoy que os encuentro tan prendida sabiendo que estoy en el monte.
-Y si sólo tu venida...
-Me es indiferente, señora...
-Indiferente... ¡Ah!... Venís a insultar como de costumbre a mi dolor y a mi...
-Acabad...
-Sí, acabaré... a mi necedad...
-Basta, no estamos solos, señora.
-¡Elvira! -dijo la de Albornoz, echando sobre su camarera una mirada de dolor.
-Te entiendo, señora... te esperaré en tu cámara.
Salió doña Elvira del salón por una puerta que daba a otra pieza inmediata, con rostro decaído, ora procediendo su abatimiento de la prolongación imprevista de la ausencia de su esposo, o, lo que es más creíble, de la esperanza chasqueada que de ver entrar al caballero de Calatrava había alimentado inútilmente.
-Ferrus, vos también podéis iros -dijo don Enrique a su juglar-; esperadme en mi cámara, pero haced retirar a todo el mundo; que se acuesten mis donceles y mis pajes; vos solo podéis quedaros... tenemos que tratar materias en que no habemos menester testigos.
-Serás obedecido -dijo el juglar, y salió dejando a la de Albornoz retorciendo sus manos en medio de su desesperación y con los ojos clavados en el conde con cierto asombro, nada de extrañar en quien estaba como ella muy poco acostumbrada a tener con su esposo escenas solitarias como la que al parecer de intento la preparaba.