Página 48 de 298
Abrióle, y después de un corto y silencioso saludo, dieron principio al importante coloquio que nos vemos precisados a dejar para otro capítulo.
CAPITULO SEXTO
Calledes, conde, calledes.
Conde, no digáis vos tale.
......................................
El conde desque esto oyera
Presto tal respuesta hace:
-Ruégote yo, caballero,
Que me quieras escuchare.
El conde Dirlos.
Cuando don Enrique de Villena entró en el aposento de Macías, éste le arrimó un asiento, el cual ocupó sin hacerse de rogar, como hombre que se reconoce superior en jerarquía al que guarda con él una consideración. Macías se sentó en otro, colocándose de suerte que quedaba la mesa con la lámpara que en ella ardía en medio de los dos; y lo hizo con el aire de un hombre que si bien se cree en el caso de tributar atenciones a aquel con quien está en sociedad, no se imagina de ninguna manera en posición de sostener de pie, con él sentado, una larga conferencia. Colocados de esta manera, daba la luz de lleno en el rostro de entrambos, y como creemos no haber dado hasta ahora idea alguna de las fisonomías y exterior de estos dos principales personajes de nuestra narración, aprovecharemos esta coyuntura favorable para describir lo que en ellos hubiera visto o al menos creído ver cualquier observador que los hubiera acechado, por pocos progresos que hubiese hecho en el arte Lavateriano, posteriormente reglamentado por el sabio abate, pero cuya existencia tiene tanta antigüedad como el dicho vulgar, en todos los países y épocas conocido, de que los ojos son las ventanas del corazón y la cara el traslado del alma.
Don Enrique de Villena era de corta estatura; sus ojos, hundidos y pequeños, tenían una expresión particular de superioridad y predominio que avasallaba desde la primera vez a los más de los que con él hablaban; su voz era hueca y sonora, calidades que no contribuían poco a aumentar en el vulgo la impresión mágica que en los ánimos débiles ejercía. Su nariz afilada y su boca muy pequeña le daban todo el aire de un hombre sagaz penetrante, vivo, falso y aun temible.