El doncel de don Enrique (Mariano Jose de Larra) Libros Clásicos

Página 218 de 298

Decidme que me amáis. Mentid, señora, si no es cierto; decidlo empero por piedad, y salgo.
-Jamás, jamás -profirió débilmente Elvira, procurando en vano desasirse de los amantes lazos en que la tenía presa el impetuoso doncel.
-¿Jamás decís? Pues escuchadme -repuso Macías con el acento de la más profunda desesperación-. Yo había nacido para la virtud. Vos me consagráis al crimen No hay sacrificio inmenso de que no fuera mi corazón capaz, o por mejor decir, el amor era mi constelación. Encontrando en el mundo una mujer heroica, era mi destino ser un héroe. Encontrando una mujer pérfida, Macías debía ser un monstruo. Yo os di a elegir, señora. Nuestra felicidad y el secreto y cuanto vos exigieseis, o el escándalo y mi muerte. Vos elegisteis lo peor. Escrito estaba así. ¡Muerte y fatalidad!
-¡Ah! Silencio, silencio. No me maldigas ya; ¡desventurada!
-Sí; todo es ya acabado entre nosotros. Nuestra felicidad ha sido una borrasca; formada como el rayo en la región del fuego, debía destruir cuanto tocara. Ha pasado como el rayo, pero como el rayo ha dejado la horrible huella de su funesto paso. Tu amor, tu amor, ¿quién lo creyera?, era el único que no debía dejar más señales de su existencia en tu corazón de hielo, que las que deja el ave que atraviesa rápidamente el cielo, que las que deja sobre tu labio abrasador este ósculo de muerte, que recibes, bien mío, a tu pesar.
-¡Ah! -exclamó Elvira, reluchando inútilmente-; soy perdida, perdida para siempre.
-Y mil y mil -añadió frenético Macías-, prendas son todos de nuestra próxima muerte. Ellos son, Elvira la agonía del amor. ¿No sientes el fuego inmenso que encienden en las venas? ¿No percibes el tósigo? Bórralos jamás, olvídate si puedes, y olvídame después. Venga la muerte ahora -añadió desasiendo a la infeliz Elvira, que, perdidos los ojos en el techo y pálido el semblante cayó desprendida del doncel sobre el sitial inmediato. Un momento de pausa y de silencio, semejante al que llena de misterioso terror al caminante después del fragoroso estampido de la exhalación eléctrica, sucedió a las últimas palabras del doncel.

Página 218 de 298
 


Grupo de Paginas:               

Compartir:




Diccionario: