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En tercer lugar reíase a la menor palabra que decía el forastero. Y en cuarto le había sacado de las provisiones reservadas de su hostelería unas aceitunas algo aventajadas, y cierto vino, no precisamente puro, pero en fin, del que tenía menos agua en su bodega.
El forastero cenaba más bien como un gañán que como un señor; pero, fuera de esto, era preciso confesar que entre todos los que formaban aquella escogida reunión no había nadie que tuviese un exterior tan cortesano, ni que más se apartase del tipo primordial del hombre de la Naturaleza, al cual estaban demasiado cerca, en honor de la verdad, aquellos sencillos Arjonillanos. De todo el comportamiento del huésped para con el forastero no era preciso ser un lince para inferir que éste era hombre que disponía de más que de medianas facultades, y que aquél se prometía una lucida paga de sus esmeradas y particulares atenciones.
-Traedme más vino -dijo el forastero apurando la primera vasija que a su derecha había puesto el posadero.
-Como gustéis -dijo éste riéndose, y no tardó un minuto en estar servido el huésped-. No se bebe mejor señor caballero -dijo aquél-, en toda la tierra.
-El pan es el que es malo -dijo el viajero.
-¡Ah, sí, señor, como gustéis, muy malo! -repuso riéndose obsequiosamente el hostelero-. ¡Ya veis -añadió acercándose al oído-. Esta semana no se ha cocido en casa todavía, y ha cargado tanta gente que he tenido que recurrir a un vecino...
-Bien, basta -dijo con tono imperante el huésped.
-¡Eh! ¡eh! como gustéis -repuso el hostalero.
-Parece que el tiempo está bueno -dijo de allí a un rato el que cenaba.
-¡Ah! ¡ah! sí, como gustéis, señor caballero -respondió con sonrisa agradable el amo.
-¿Tenéis mucha familia?
-¡Eh! sí, ¡eh! como gustéis, señor caballero; como gustéis -dijo el flexible.
-El hombre es categórico -dijo para sí el preguntón-; no gusta por lo visto de quimeras ni de indisponerse con nadie- y volvió a sepultarse en su distraído cuanto importante y misterioso silencio.
-¿Y vendrá el señor huésped por mucho tiempo? -se atrevió a preguntar el hostelero de allí a un momento, viendo que había caído la conversación y creyendo hacer un obsequio a su huésped en renovarla.