El doncel de don Enrique (Mariano Jose de Larra) Libros Clásicos

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En el ínterin ved que nos ojean, y si no nos hemos de dejar montear, bueno será que no escatimen nuestro rastro. Os espero fuera y hablaremos largo.
-En buen hora -repuso Peransúrez-. Señor Nuño -añadió volviéndose en seguida a los circunstantes-, un negocio urgente me llama. Mañana, si os parece, cerraremos la apuesta -dijo, y salió.
-¿No decía yo? -repuso triunfante Nuño-; ¿no decía yo? ¡Entrar en el castillo! ¡Entrar! Como gustéis -añadió volviéndose hacia la puerta, por donde ya había salido Peransúrez con el desconocido-, como gustéis, señor guardabosques; pero paréceme que haríais mejor en guardar vuestra lengua para contar esos propósitos a un muñeco de seis años, y vuestro valor para los raposos del monte.
Una larga carcajada de la concurrencia acogió benévolamente el chistoso destello de ingenio del triunfante posadero; en vano quiso el comensal de Peransúrez defender a su amigo citando hechos de valor y atrevimientos suyos de bulto y calibre. Quedó por entonces convencido que el que quisiera beber vino y comer embuchados no debía aguardar a que entrase Peransúrez en el castillo, cosa reputada tan imposible realmente, como entrar en vida en el purgatorio, según la feliz expresión del hostalero, que se repitió de boca en boca y que hizo reír a todos a costa del montero, que había abandonado el campo de la apuesta al enemigo, con notable descrédito de su honor y de su buena fama y reputación.
CAPITULO TRIGESIMOTERCERO
Bien sabedes vos, señora,
Que soy cazador real;
Caza que tengo en la mano
Nunca la puedo dejar,
Tomárala por la mano
Y para un verjel se van.
Rom. del conde Claros.
-¿Vos, Hernando, en Arjonilla? -dijo Peransúrez en cuanto se vieron apartados del ventorrillo todo lo que hubieron menester para no ser de nadie entendidos-. ¿Podéis explicarme cómo habéis dejado el lado del doncel Macías, a quien servíais no ha mucho, si mal no me acuerdo?
-Largo es de contar, amigo Peransúrez -repuso Hernando deteniéndose en un ribazo enfrente del castillo, desde el cual se descubría todo él perfectamente-. Pero si no tenéis prisa en este instante, si podéis atender a la llamada de mi bocina, os referiré cosas que os admiren, y veréis si tenemos montes y venado en abundancia, lo cual haré con tanto más gusto, cuanto que me habéis prometido ayudarme en la montería que me trae a este bendito lugar.

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