El doncel de don Enrique (Mariano Jose de Larra) Libros Clásicos

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Con extraordinario placer renunció Ferrus a su bonete de sonajas de juglar y al molesto oficio de divertir con bufonadas a sus superiores; y sus sentimientos de fidelidad llegaron a tocar en un acendramiento difícil de explicar, ni menos de igualar, cuando el conde le manifestó que le hacía libre entonces para confiarle la alcaldía del castillo de Arjonilla; añadiéndole, que si desempeñaba fielmente este importante cargo, no pararía en esto sólo su favor. Bien entrevió Ferrus, por consiguiente, que toda su prosperidad futura dependía de que Villena saliese con el maestrazgo, y siendo eso imposible si se llegaba a probar algún día que don Enrique había muerto a su esposa, a hizo firme propósito Ferrus de consentir primero que le hiciesen pedazos que en dejar la menor esperanza de salvación al asegurado doncel. Su muerte, en último caso, a hubiera sido para él una grandísima friolera puesta en balanza con su futura grandeza.
El lector sabe que, merced a la tenacidad de Elvira, se había logrado la industria del astrólogo con más felicidad aún que lo que él podía nunca haber esperado si bien había contado siempre con la ventaja que le ofrecía el haber de bajar el doncel de la reja alta de una manera que impedía toda defensa. Llevó a Arjonilla unas instrucciones del conde, severas sí, pero no sanguinarias, y otras del judío aplicables a todas las circunstancias que pudieran ocurrir, y un tanto menos escrupulosas, porque éste se hallaba ya tan interesado como Ferrus en la grandeza del conde y sumamente ligado a sus intrigas por el peligro que corría, si llegaba a descubrirse algún día la horrible maquinación en que no había tenido él la menor parte.
No se había previsto, empero, una circunstancia bien temible. El conde, que había tenido grande interés en que su castillo de Arjonilla estuviese de algún tiempo a aquella parte bajo la custodia de alguno de sus más allegados servidores, por razones que él se sabía, y que algún día sabrán nuestros lectores, había confiado su alcaldía a su camarero Rui Pero, de quien no hemos vuelto a hablar por esta causa.

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